Ben-Tieb y el menu de huevos – 19 de Julio de 1924

Caballero legionario, Tte. Luis Saliquet. Melilla, 1923
Caballero legionario, Tte. D Luis Saliquet.Navarro y Alonso de Celada  –  Melilla, 1921

 

Cuando el día de la Pascua militar del año 1924 el jefe militar de Ceuta, General Montero, conocedor de los rumores de una inminente retirada española del Protectorado de Marruecos, pide a los oficiales que están bajo sus órdenes que den su palabra de honor que obedecerán cualquier mandato que se les de, el Tte. Coronel Franco responde que no aceptará ninguno contrario al reglamento militar.

Cuando la noticia llega a los oídos del general y dictador Primo de Rivera, este decide ir personalmente hasta Marruecos para valorar la situación, reclama la presencia de Franco y junto a él revisas las posiciones militares españolas de la zona. Al término de ésta se produce el incidente de Ben Tieb que se relata.

Segun las memorias de Cambo:

Las sucesivas manifestaciones publicas de Primo de Rivera, conocidas sus convicciones de siempre, produjeron en marruecos la creencia firmisima de que el plan del dictador suponía un semi-abandono, una evacuación de buena parte de la zona, un repliegue que rectificaría por lo pronto todos los frentes.

Sanchez de Arco escribe: «anunciar un plan de modificación de linea a la vista misma de las costas africanas era muy peligroso… de áfrica se puede ir cualquiera, pero no anunciar que se va. Fácil era decir: Nos retiramos. Ello era popular. Lo difícil era retirarse sin provocar una catástrofe esta vez, no por flaqueza ni fatiga del instrumento de combate, sino por la disposición estratégica.. Lo mas arriesgado y costoso que podía realizarse  a aquellas alturas era disponer un repliegue. Y lo que ya alcanzaba los lindes de lo temerario era anunciar dicho repliegue.. El anuncio alentaría a los rebeldes, pero sobre todo, haría rebeldes a los sometidos. Porque los moros avenidos con España que, en la retirada, quedarían bajo el dominio de Ab-El-Krim o de El Jeriro, solo obtendrían el favor de estos si se levantaban a tiempo contra los españoles»

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El 10 de Julio de 1924 Primo de Rivera salio de Madrid hacia Marruecos. Quería conoce directamente la situación y abrir camino a su plan: estuvo primero en la parte oriental, en Tetuan, ante el jarifa interino hablo de la reducción al mínimo de la ocupación militar. En un banquete popular afirmo su voluntad de «resolver el problema dignamente, si bien evitar mas derroche de oro y sangre».

Luego recorrió la parte oriental de la zona acompañado por Sanjurjo. El 19 de Julio de 1924, en el campamento de la legión de Ben-Tieb, jefes y oficiales de esa fuerza y de los regulares, le ofrecieron el banquete que se haría famoso.

la noticia de lo ocurrido en el motivo la detención de 2 periodistas: Victor Ruiz Albeniz y Emilio Herero. Lo ocurrido fue muy duro. Hoy como entonces se impone la distinción  de un lado estaba la convicción sincerisima de los reunidos respecto al desastre de la retirada en la parte oriental de la zona que formaba parte del plan del dictador. De otro lado estuvo la forma en que le hicieron presente la convicción  No es esta la ocasión de reconstruir el banquete de Ben-Tieb a la vista de varios testimonios orales utilizables. Fue muy duro – insistimos – este encuentro del dictador con el ejercito de África  «Lo que si me consta – escribió Calvo Sotelo – es que el general Sanjurjo, que me lo ha contado, paso instantes de trágica preocupación, y con la mano en la culata de su revolver, temió durante unos segundos llegar a verse en la horrenda necesidad de tener que defender  la persona del General (Primo de Rivera). Al marcharse – contó un testigo al autor de estas paginas – Primo de Rivera se volvió hacia el jefe, a quien creía principal responsable del suceso, y le dijo: Muy mal, teniente coronel, muy mal. esto no se hace ni con el jefe ni con el huesped.» Hasta aqui el comedido Cambo.

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Franco enalteciendo a los soldados recién llegados a Melilla con destino a la guerra de 1921 en Marruecos.

El mayor incidente de esta gira se produjo el 19 de julio entre Melilla y Annual, en el campamento de Ben-Tieb en el que tenían su base tres Banderas de la Legión y varios Tabores de Regulares.
Franco había ido a recibir al dictador a Melilla. Sanjurjo, que le acompañaba y conocía demasiado bien el sentimiento de sus camaradas, se mostraba muy inquieto. No se equivocaba.
Cuando Primo de Rivera y su séquito llegaron a Ben-Tieb donde debían ofrecerles un banquete, encontraron el comedor de oficiales decorado con grandes banderolas que proclamaban entre otras cintas tomadas del «Credo del legionario»: «La Legión no retrocede nunca.»
Aunque Franco lo haya desmentido ulteriormente, se comentaba entonces por todas partes que la mesa de honor estaba igualmente adornada con grandes platos de mimbre repletos de huevos frescos y que el mismo menú sacrificado exageradamente al gusto, por otra parte muy pronunciado de los españoles, por este alimento. ¡Hablando de gustos, éste era bastante dudoso! Cuando se conoce la significación vulgar que reviste la palabra huevo, no le resultaba difícil a Primo de Rivera ver en este despliegue insolente una alusión demasiado directa a la deficiencia de sus atributos viriles… . Decididamente el Ejército español podía permitirse bastantes cosas en aquella época. El general-marqués fingió no comprender y sin decir palabra devoró su ración. Luego en una atmósfera extremadamente tensa, llegó la hora de los discursos. Le tocaba a Franco abrir el fuego:

«¡Cuánto hubiésemos deseado», declaró en un estilo bastante ampuloso, «que para esta primera visita de un jefe de gobierno a nuestra Legión, nuestros corazones pudiesen serenamente rebosar alegría!… Desgraciadamente, confesémoslo, una terrible duda invade nuestras almas…»
«Los oficiales de la Legión», prosiguió, «rechazan toda idea de retirada. ¡Este suelo marroquí es para nosotros el suelo mismo de España, pues, lo hemos pagado —y ha resultado costoso— con el precio de nuestra sangre!La política de Franco produjo su efecto. Se oyeron gritos de: «¡Viva la Legión!», e incluso, a lo que parece, un «¡Abajo el dictador!». Primo de Rivera se alzó por fin, y en un silencio cargado de electricidad comenzó a explicar tranquilamente el sentido de las medidas que pensaba tomar.

La campaña de Marruecos se desarrollaría hasta su éxito final, pero los oficiales del ejército de Africa se equivocaban si creían tener el monopolio del patriotismo. No les correspondía discutir la validez de la estrategia adoptada y deberían doblegarse a ella incluso si implicaba repliegues… Contrariamente a lo que acababa de oír, el verdadero honor del Ejército residía, pesase a quien pesase, en una estricta observancia de la disciplina…

«¡Muy bien!…» interrumpió entonces un ayuda de campo del general.
«¡No!… ¡Muy mal!…» replicó el comandante Enrique Varela, el futuro general de la Guerra Civil. El clima era cada vez más tenso.
«¡Qué ese caballero haga el favor de callarse!» gritó el dictador. Y vuelto hacia Franco:
«Había creído conveniente hablarle de hombre a hombre pero me doy cuenta de que es inútil. ¡En estas condiciones, más valía no haberme invitado!»
«No le hemos invitado», replicó Franco, «he obedecido una orden del comandante jefe. ¡Si esto no le resulta agradable, tampoco lo es para mí!»
«Pues bien, debo considerar que el estado de espíritu de este cuerpo de oficiales es deplorable.»
«Era excelente cuando tomé el mando, mi general. ¡Si es «malo» hoy, seré yo el responsable!»
Cuando Primo de Rivera se hubo marchado, todos los oficiales presentes se preguntaban lo que iba ahora a caerles sobre sus espaldas. Franco, cuenta La Cierva, los tranquilizó diciéndoles que podían dormir tranquilamente:
«Yo he provocado este incidente, y yo respondo de sus consecuencias.»
Es posible que, como se rumoreaba en aquella época, consciente de haber ido un poco lejos, y al llegar a la conclusión del divorcio evidente entre las miras del dictador y las suyas, Franco hubiese presentado su dimisión después de aquel incidente. Si así fue, es evidente en cualquier caso que esta dimisión no fue aceptada. Pero el jefe de la Legión estaba demasiado irritado para quedarse ahí.

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«Francisco Franco, la conquista del poder»
Philippe Nourry. Ediciones Jucar. 1976

Ricardo de la Cierva, ofrece la version mas rigurosa, contrastada y fideligna:

EL INCIDENTE DE BEN TIEB 

Para oponerse abiertamente a la política abandonista de los anteriores gobiernos constitucionales y después a la de Primo de Rivera, un grupo de jefes del ejércitode África los generales Queipo de Llano y Cabanellas, el teniente coronel Franco crearon en el verano de 1923 un interesante órgano profesional, la «Revista de Tropas coloniales» de la que Franco fue miembro del consejo de redacción, colaborador y luego director.

En esa revista Franco publicó 29 artículos firmados y algunos editoriales. En el número de abril de 1924 Franco dio a conocer allí el quizá más famoso de sus artículos, significativamente titulado “Pasividad e inacción” con una forma vibrante y una tesis clara: la política de pacificación resulta inútil si antes no son reducidos militarmente los focos rebeldes. El dictador y el Rey leyeron el artículo de Franco, como todo el Ejército de África.

El sábado 1 de julio de 1972 Franco leyó detenidamente los capítulos 5 al 10 del borrador de mi primera biografía, en que se trataban los hechos de 1924. El tema le interesó extraordinariamente y dictó bastantes notas de puntualización, basadas en hechos concretos. Cuando yo calificaba los hechos como gravísimo incidente político puso una cruz señal de atención pero aceptó esa calificación.

Citaba yo a Arturo Barea y a Rafael García Serrano que coinciden en que los legionarios, para la comida que ofrecieron a Primo de Rivera en Ben Tieb, le sirvieron varios platos pero todos confeccionados con huevos. Réplica de Franco:  No hubo tal menú a base de huevos

Negó Franco otras difundidas versiones del suceso y entonces dejó a un lado las notas y dictó, de arriba abajo su versión personal delos sucesos. Dos autores famosos la han aceptado, aunque de forma diversa.

El célebre periodista y académico Luis María Anson me ha dicho muchas veces que se trata de uno de los momentos más importantes de la historia de España en este siglo. El igualmente célebre escritor comunista Manuel Vázquez Montalbán estimó tanto esta versión personal de Franco que la incluyó íntegramente en su libro Autobiografía del general Franco, pero sin la mínima atención de citarme como fuente. He aquí la versión íntegra de Franco:

«En el año 1924 el general Primo de Rivera, que a mi pregunta sobre el desembarco en Alhucemas había contestado que los tiros no iban por ahí y que posiblemente había hecho unas manifestaciones abandonistas, dio orden o instrucciones al alto comisario sobre un repliegue de posiciones en toda la zona. De ello tuve noticia por un oficial de Estado Mayor que había intervenido, lo que dio motivo a una conversación mía con el alto comisario: solamente que esa orden o pensamiento se hiciese publico conduciría a un alzamiento en toda la zona contra nosotros y la gravedad de la situación que crearía a todo el ejército de operaciones que se comprometería en un segundo Annual.

Le dije al alto comisario (general Aizpuru, n. del A.) que pensase que ante una orden tal y ante el convencimiento de que su cumplimiento produjese un desastre pensase en su incumplimiento. El alto comisario me respondió que él había llegado adonde había llegado porque en toda su vida militar solamente había aprendido a obedecer (Franco añadió luego:  se me echó a llorar, n. del A.).

Esta conversación dio lugar a que en la visita del día de Reyes a la comandancia general de Ceuta, el comandante general, Montero, nos pidiese que empeñásemos nuestra palabra de honor de cumplirlas órdenes del gobierno, fuesen las que fuesen. Empezando a continuación a interrogar a los jefes de Cuerpo de mayor a menor antigüedad. Todos fueron prometiendo la obediencia hasta llegar a mí, que contesté que era norma de toda mi conducta la de obedecer a mis superiores pero por la calidad de la pregunta fuesen las que fuesen las órdenes de los superiores me atenía a la respuesta de las Ordenanzas de que en los casos de duda haría lo que me dictase mi honor, que el Código de Justicia Militar asimismo me amparaba en el caso de que se ordenase una rendición que castigan los códigos.

Entonces todos los jefes cambiaron de opinión para manifestar que estaban conformes con mi exposición e incluso el auditor de la región apostilló Y el que se sumase a una rebelión por otro planteada yo me encargaría de meterle en la cárcel con lo cual se disolvió enseguida la región, pretendiendo el general restarle importancia a la pregunta.

El alto comisario lo comunicó al gobierno lo que dio lugar al viaje de Primo de Rivera a Marruecos

. El viaje del dictador se retrasó hasta el mes de julio como hemos dicho y nada más llegar a Ceuta se trasladó al sector amenazado de Uad Lau y revistó cerca de la posición recién liberada de Cobba Darsa a las fuerzas de la columna Serrano, entre lasque figuraba Franco al frente de la quinta bandera del Tercio. Reclama Primo de Rivera la presencia continua de Franco en su séquito. El dictador designa al general Castro Girona como asesor del alto comisario y se embarca para Melilla acompañado, entre otros jefes militares, por los tenientes coroneles Franco, jefe de la Legión, y Luis Pareja, joven jefe del grupo de Regulares de Lara-che, que había seguido una brillante carrera semejante a la de Franco. Los dos se habían comprometido secretamente poco antes a que si el dictador persistía en la retirada general después de su visita, pedirían el traslado a la Península.

Franco visita a los primeros heridos del Tercio, casi todos voluntarios catalanes

El 5 de julio de ese año 1954 Franco enviaba a Pareja una carta en la que persistía en su compromiso, pero pide cautela para que ese traslado no ponga en peligro más grave la situación militar de España en África. El 19 de julio, a bordo del crucero Reina Victoria Primo de Rivera, con los tenientes coroneles Franco y Pareja entre sus acompañantes, realiza su travesía de Ceuta a Melilla. Al día siguiente, 20 de julio, Franco (con Pareja) le acompaña en su inspección al campamento legionario de primera línea en Ben Tieb, donde el dictador pasa revista a tres banderas del Tercio, la segunda, tercera y cuarta, y a los tábores del grupo de Regulares de Melilla.

Los oficiales de la Legión y Regulares admiran el valor de Primo de Rivera, que sin la menor vacilación se ha presentado en el mismo núcleo adversario de su política abandonista. Acepta después el banquete que le ofrece el teniente coronel Franco en el acuartelamiento de la Legión.

El comandante general de Melilla, Sanjurjo, que está perfectamente informado de lo que piensan el dictador y los oficiales de la Legión y los Regulares que se sientan con él ala mesa, ocupa su lugar a la derecha de don Miguel. Casi medio siglo después Franco recordaba con suma viveza lo sucedido:

La verdad es que Sanjurjo y Aizpuru se inhibieron. El almuerzo en Ben Tieb fue por orden de Sanjurjo, quien me ordenó también en él: Franco, ofrezca usted la comida. Esta tenía lugar en un barracón que era dormitorio de la tropa y que se había preparado al efecto. Las paredes estaban llenas de inscripciones tomadas del credo de la Legión y las mandé quitar en la revista que pasé oportunamente, pero quedó una, más difícil de quitar, que estaba sobre una ventana que se refería al espíritu de fiera y ciega acometividad de la Legión. Este letrero que quedó le sirvió a Primo de Rivera después para decir en sus palabras que él lo cambiaría por otro que aludiese a la disciplina como virtud fundamental.

En mis palabras de ofrecimiento de la comida le dije que estas comidas se caracterizaban siempre por una especial alegría y un ambiente de sana camaradería; pero que suponía que no se le había escapado que en esta ocasión no sucedía así porque pesaba sobre la oficialidad el temor de que se llevasen a cabo los planes de abandono. Que si estábamos allí no era por nuestro capricho sino porque así lo habían ordenado los planes del gobierno y los de nuestros superiores. Y que lo mismo que cuando el general (Primo de Rivera) mandaba la brigada de cazadores escuchaba a sus oficiales y les tranquilizaba, yo esperaba que el contacto con las inquietudes de todos los generales, jefes y oficiales tuviera la reacción que siempre había tenido y que los tranquilizaría también. Y que en esa idea sólo podía condensar mis pensamientos en un grito de ¡Viva España! ¡Viva España! ¡Viva España! que continuaron hasta que se quedaron roncos

Primo de Rivera agradeció las palabras amables dando las gracias por la confianza que le merecía y que aquel letrero que había allí lo cambiaría por otro que aludiese a la férrea disciplina

. En el martillo de la mesa había unos coroneles y tenientes coroneles del séquito de Primo de Rivera y cuando estaba diciendo eso, uno de ellos, ante el silencio sepulcral, dijo con voz fuerte ¡bien, muy bien! Y Varela, que estaba enfrente, lo agarró a través de la mesa y chilló: ¡Mal, muy mal! Diciendo entonces Primo de Rivera: ¡Ese señor, que se calle! Acabó entonces el discurso y al sentarse no hubo ni un solo aplauso.

Se levantó entonces violentamente, volcando un poco el café, y nos dijo: Para eso no debiera usted haberme invitado.

A lo que contesté: Yo no le he invitado a usted, a mí me lo ha ordenado el comandante general. Si no es agradable para usted, menos lo es para mi. A pesar de todo he de considerar que es una oficialidad (iba a decir buena pero rectificó) mala. Mi general, yo la he recibido buena. Si la oficialidad ahora es mala, la he hecho mala yo.

Al salir el general les dije a los oficiales que podían dormir tranquilos por el incidente, pues yo lo había provocado y yo respondía de él. Poco después me citó Primo de Rivera en la comandancia general a la una de la noche, pues iba al teatro después de cenar. Cuando yo estaba esperando en el antedespacho entró con el general Aizpuru quien con evidente pelotilla al general me dijo: Lo que ha hecho usted con el general no tiene nombre a lo que le contesté: Lo que no tiene nombre es que me diga usted eso. Primo de Rivera intervino entonces diciéndome: No se preocupe usted. Ha hecho usted bien. Pasé inmediatamente al despacho donde tuve una conversación con él de dos horas, en la que hablé yo casi todo el tiempo.

Poco después, o días después, invitó Primo de Rivera a los oficiales a un acto y dijo que en la visita a Marruecos había aprendido muchas cosas. Que no se haría nada sin consultar a los mandos caracterizados

. El propio Franco, al ser preguntado tras dictar este testimonio si Primo de Rivera le había guardado algún resentimiento por el banquete legionario respondió:

No, era un caballero.

Por lo que después sucedió parece claro que Primo de Rivera y Franco se entendieron durante su larga conversación. El dictador se comprometió a defenderla línea exterior de Melilla, que había demostrado sobradamente su capacidad de resistencia ante los embates rifeños, pero persistió en ordenar la retirada de Xauen porque las largas líneas defensivas intermitentes que garantizaban los accesos a la ciudad interior le parecían indefendibles ante un ejército numeroso, bien armado y bien dirigido como ya era el de Abd el Krim. Los dos interlocutores consiguieron, pues, sus objetivos tras su accidentado encuentro. Quien quedó frustrado fue el teniente coronel Pareja, que regresó a la zona central y tomó de nuevo el mando de su Grupo de Regulares de Larache, encargado de defender la importante posición de Dar Acoba, un cerro desde el que se dominaban los accesos a Xauen, a Uad Lau y el camino de Tetuán.

Pareja pidió destino a la Península y cuando le fue concedido en agosto entregó su mando en Dar Acoba al teniente coronel Emilio Mola Vidal. Franco, tras su satisfactorio contacto con Primo de Rivera, dejó en la estacada a su compañero. El jefe de la Legión actuaba por primera vez no sólo como militar sino como político

El oso Magán y el menú de huevos

Leyenda de la Legión es la de la mascota del cuerpo, que antes que la cabra fue el oso Magán, al que llevaron tres tenientes de la IV Bandera a un baile en el casino militar de Ceuta y el bicho se cagó en mitad del salón y disolvió el festejo. Famosa fue también la cena que Franco ofreció al dictador Primo de Rivera en Ben Tieb el 19 de julio de 1924. Franco era en aquella época teniente coronel y jefe de la Legión y Primo de Rivera estaba considerando la retirada de España de Marruecos y estaba empeñado en reducir el gasto militar. Aunque Franco lo desmintió en 1972, la leyenda cuenta que ordenó servir un menú consistente exclusivamente en huevos para mostrarle al dictador que era eso lo que hacía falta en África y le sobraba a la Legión.

El primer legionario caído en combate fue el cabo Baltasar Queija de la Vega, cuya muerte inspiró un cuplé que acabó siendo himno. Millán Astray dijo su historia de diferentes maneras, adornándola según su estado de ánimo, con lo que probablemente la infló al gusto legionario y le quedó un cuento entre naif y macho que disfrutó de mucho predicamento. Baltasar Queija de la Vega nació el 21 de mayo de 1902 en Minas de Riotinto, en Huelva, y se alistó en el Tercio Duque de Alba después de reñir con su novia. Le destinaron a la II Bandera el 9 de octubre de 1920 y ocupó plaza en Tetuán, en una guarnición acechada por el moro. Cuando llevaba poco tiempo en el campo recibió una carta de casa en la que le decían que su novia había muerto. Tenía prestigio de bravo y, sin embargo, lloró y le dijo a Millán: “Mi teniente coronel, ojalá que la primera bala que se pierda sea para mí”. No se sabe el criterio por el que Dios se rige a la hora de conceder las plegarias pero al cabo Queija se la atendió y la noche del 7 de enero de 1921, una bala de la cabila le mató cuando su escuadra replegaba la posición hacia los cuarteles del Zoco el Arbaá de Beni Hassán, al sur de Tetuán. El cabo Queija no rindió su arma al moro y la conservó, y en el bolsillo de su guerrera encontraron un poema que había escrito glosando a la Legión: “Somos los extranjeros legionarios/ El Tercio de hombres voluntarios/ Que por España vienen a luchar”.

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