Sabino Arana – 1º racista – «españolista con toda el alma» vasco vascuence

«El vascuence debe ser cultivado, sobre todo para producir ciencia, pensamiento y literatura. Lo que ocurre es que si, hablando en castellano, al vascuence lo denominamos euskera, lo empequeñecemos. Claro que la opinión contraria no implica ser antiespañol.»

 

 

Sabino Arana, «españolista con toda el alma»

 

Sus últimos escritos confirman su voluntad de renunciar a la independencia, disolver el PNV y crear la Liga de vascos españolista

 

Año y medio antes de su muerte ocurrida en el pueblo que Sabino Arana siempre llamaba «Pedernales» y que el PNV de hoy llama «Sukarrieta», el fundador del PNV e inventor de la idea de la «patria vasca» anunció su intención de disolver el Partido Nacionalista Vasco y fundar la «Liga de vascos españolista» con el fin de, como ha quedado escrito, «que los estados vascos que son de hecho españoles, reconozcan y acaten en derecho esta anexión y alcancen dentro de esa situación de derecho, dentro de la unidad de España, la mayor felicidad moral y material que puedan». La enfermedad que, sin saberlo, consumía a Arana, además de la labor de los ultraortodoxos nacionalistas que desobedecieron las directrices de ese «testamento vital» porque pensaban que Sabino se había vuelto loco, dio al traste con lo que hubiera sido, como escribió Arana: «La renuncia del nacionalismo a la independencia».

 

 

 

José Antonio Fúster – Madrid.-
El 23 de junio de 1902, Sabino Arana envió una carta a su hermano, Luis Arana, en la que le decía: «Mi consejo es este: hay que hacerse españolistas y trabajar con todo el alma por el programa que se trace con este carácter. A mi modo de ver, la Patria nos lo exige. Esto parece un contrasentido; pero si en mí se confía debe creerse. Es un golpe colosal desconocido en los anales de los partidos. Queda empañada toda mi reputación. Deshecha la obra de muchos años, levantada a costa de grandes sacrificios. Tú ya me comprenderás. Recuerdos a Mari e Isabel. Mu a los chicos. 
Tu hermano, Sabin».

Grave y trascendental

Pero el documentado giro españolista de Sabino no termina en la carta enviada a su hermano. Ese sólo fue el segundo paso. El primero fue que la misiva a Luis respondía a la publicación por parte del semanario vasco «La Patria» de un artículo del mismo día 22 de junio de 1902 titulado «Grave y trascendental» en el que se decía: «Corre el rumor de que el señor Arana-Goiri [ ] convencido ya de que continuar la campaña nacionalista sería gastar inútilmente preciosas energías que los vascos pudieran aplicar a la consecución de fines más asequibles, más prácticos, propónese desistir de continuar llamando a sus compatriotas al nacionalismo, recomendar a los que hasta ahora han acudido, reconozcan y acaten la soberanía española y pedirles un último voto de confianza para redactar y exponerles el programa completo de un nuevo partido vasco que sea a la vez español, que aspire a la felicidad de este país dentro del estado español, que camine hacia ella sin quebrantar la legalidad presente [ ] que aspire a restaurar del pasado vasco lo que bueno y a la vez compatible con la unidad del estado español y con las necesidades de los modernos tiempos. [ ] Cuando este rumor llegó a nuestros oídos, antojósenos lo que nos anunciaba muy grave y trascendental».
 

  Cuatro días después, Sabino Arana publicaba en «La Patria» una carta extensa en la que confirmaba «el rumor» (rumor que, por supuesto, y como luego confirmó al diario «La Gaceta del Norte», había salido de él mismo). El siguiente párrafo literal extraído de ella es farragoso, pero necesario: «De realizarse lo que anunciaba el artículo de La Patria, el nacionalismo tiene que dejar de serlo, si ha de ser patriota: por esto el más nacionalista, el más patriota, es el primero que acude a los pies de la patria a ofrecer en holocausto su nacionalismo, su mismo patriotismo, en interés de la patria misma». Si para alguien no queda claro que Arana, como «patriota» vasco, escribió de su puño y letra su intención de acabar con el nacionalismo, quizá los dos últimos párrafos de la carta (en la que también anuncia que redactaría el programa del nuevo partido vasco españolista y luego se retiraría) despejen cualquier incógnita: «La retirada, de hacerse, se hará con orden. Nadie se moverá de su puesto hasta que suene el toque de corneta, y se procurará que no haya bajas al dejar las posiciones que abandonemos. En las nuevas, los buenos vascos seguirán trabajando por su pueblo, pero sin considerarlo aisladamente, sino dentro del Estado español».

   Por esos mismos días, un redactor de «La Gaceta del Norte» entrevistó a Arana a propósito del «rumor» recogido en «La Patria». En la conversación quedaban claras las reservas morales que Sabino tenía hacia el Gobierno y hacia los «atropellos» que había sufrido el PNV, pero no por ello dejaba de afirmar su propósito de cambiar de ideario:

   ¬¿Es exacto que el actual partido nacionalista acataría la legalidad, tomando la forma de un partido vasco, y en qué momento y en qué acto realizaría ese pensamiento?
   ¬Hasta ahora, también el partido nacionalista ha acatado prácticamente en todos sus actos la legalidad española. Trocándose de nacionalista en españolista, la acataría y reconocería aun en su fin.
   ¬¿Qué plan o programa trazaría usted al nuevo partido?
   ¬El de una autonomía lo más radical posible dentro de la unidad del estado español, y a la vez adaptada al carácter vasco y a las necesidades modernas.

   Pero todavía hay mucho más. Para los que entonces, en 1902, creyeron ver sombras en el giro de Arana, este mismo las aclara en un nuevo artículo en «La Patria» pocos días después. Sabino, todavía desde la cárcel, contesta dos artículos publicados en el periódico en los que se interpreta que el giro españolista al que Arana quiere someter al PNV no es un cambio en la finalidad política del nacionalismo, sino en los medios a ella encaminados. Arana responde sin reservas: «No es esto lo exacto. Por el contrario, el cambio de que se trata afecta a la finalidad política, no a los medios o procedimientos: no al camino, sino al término a que por él nos dirigíamos. El nacionalismo aspira, como a término o fin exterior y político, a la independencia del pueblo vasco, del cual dos antiguos estados obedecen al poder francés y los otros cuatro a la soberanía española. Pues bien: según el pensamiento de que se trata, el partido que ha proclamado esa política renunciará ya a ella, aspirando a que los estados vascos que de hecho son españoles, reconociendo y acatando en derecho esta anexión o agregación suya a España, alcancen dentro de esa situación de derecho, dentro de la unidad del estado España, la mayor felicidad moral y material que alcanzar puedan. Por tanto, según el pensamiento de referencia, el partido vasco nacionalista dejaría de serlo, para transformarse en vasco españolista.

He aquí cómo habría renunciado a su fin, para aspirar a otro sustancialmente diverso. Sólo el sujeto, el conjunto de personas que constituyen el partido, permanecería; el objeto, la idea política, habría sido reemplazada por otra de naturaleza opuesta; porque vasco nacionalista y vasco españolista no se puede ser a un tiempo [ ] En resumen: […] el partido nacionalista de hoy, sin variar de sujeto ni de medios de acción, renunciaría a su finalidad, que es el nacionalismo, y se haría rigurosamente españolista».

   Pero el colmo del giro españolista que Arana preparaba para el PNV llega en una carta que envía el 4 de julio de 1902 al director de la publicación «Euskalduna»:

«Muy señor mío: Agradezco a V. en lo que vale la adhesión que presta su semanario a mi proyectado plan [ ] Debo aplaudir la franqueza con que declara V. que su semanario ha sido españolista desde su primer día, puesto que queda, sin moverse en el mismo terreno político al que, según proyecto, va a parar el partido nacionalista al trocarse en españolista. Por tal tuve yo a Euskalduna desde el primer día; pero no así todos mis correligionarios, al ver que en sus páginas aparecían a veces escritos verdaderamente nacionalistas. Hoy a nadie puede caberle duda acerca de su españolismo pasado y presente».


   Los deseos de Arana estaban claros: que el nacionalismo que él inventó le diera un voto de confianza para preparar la redacción de un programa españolista con el que transformar al PNV en una «Liga de vascos españolista» (se conserva al menos un documento, en concreto una circular dirigida a los directores del partido que lleva el membrete de la «Liga de vascos españolista» en el que el director de Vizcaya, Eduardo de Arriaga, escribe: «Muy Sr. mío: Habiéndole nombrado Director de ese punto para recoger los votos de confianza que solicita D. Sabino de Arana-Goiri para fundar la Liga de Vascos Españolista […]».

 

«Es el Jesús vasco»

A pesar de sus deseos, el cáncer que, sin él saberlo, le iba consumiendo, acabaría por matarle sin llevar a cabo su proyectado viraje. Que en año y medio no pudiera disolver el PNV se explica en varias de las cartas que escribió a sus más próximos colaboradores en las que les pedía que no le visitaran o, que si lo hacían, «no hablemos de política, pues así me lo ordenan los doctores» (por cierto, galenos «maketos»: Aurelio Enríquez y Pedro Díaz).

   Pero más importante que la excusa de la salud para no concluir el viraje fue la labor de iluminados ultraortodoxos como Arriandiaga, quien escribió al líder nacionalista Maguregui pocos días después de la muerte de Sabino en estos términos: «No es posible que tan perfecto caballero […] nos proponga la muerte de esta idea. Nada de eso. Él fue, él es y él será y no ningún otro el Verbo nacionalista hecho carne. Aunque el Nacionalismo fuere un error, él nunca lo llegaría a comprender, no podrá, por lo tanto, abominarlo, como la víbora jamás comprenderá que su veneno no sea un elemento esencial de sí mismo […] Él es el Nacionalismo y el Nacionalismo es él […] Vino al mundo a enseñárnoslo a los vascos para redimirles de la esclavitud del latino, al modo que Jesús vino a redimir a todos los humanos de la esclavitud del mal. Es pues, un Jesús vasco».

 

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– Usted, que tiene la Historia de España en el cerebro, cuando oye hablar a los separatistas de su “nación”…, ¿le da la risa?

 

Nada, es todo mentira, nunca fueron nada de eso. Es una invención actual producto del clericalismo carlista, éste es el gran problema, es curioso. El carlismo trató de defender un esquema de Antiguo Régimen, no adaptarse a las nuevas circunstancias que había puesto en marcha la Constitución de Cádiz (la ilustración española, lo que habían defendido Jovellanos, Campomanes, etc.), ellos recurren a Fernando VII, van a la guerra y la pierden. Y entonces surge la idea de decir: “la culpa la tiene…, ¿quién?, España”. Porque España se ha hecho liberal, y tenemos que separarnos de ella, para poder seguir siendo…, que esa era la idea de Sabino Arana. Luego, Sabino Arana se da cuenta de la trampa en la que le han metido y se sale del separatismo. Luego de eso se apoderan otras fuerzas políticas de la izquierda, y son los que defienden este sistema…Pero el País Vasco nunca pasó de ser la suma de tres elementos diametralmente opuestos: un señorío, Vizcaya, una provincia, Guipúzcoa, y una Hermandad, Álava. Y nunca tuvieron un organismo común, nunca, jamás. Ahora es cuando se ha creado y se ha inventado todo esto, porque claro estamos viviendo en un mundo en el que la mayoría tiene razón, bueno, pues si conseguimos que la mayoría vote que ahora es de noche, pues es de noche, es un absurdo, claro. Nunca la mayoría ha tenido razón, es absolutamente imposible que las mayorías tengan razón. Las mayorías son las beneficiarias de lo que minorías crean. ¿Cuántos santos hay?, pocos. ¿Y cuántos sabios? Muy pocos. Pero ellos son los que tienen el deber de trabajar en beneficio de la sociedad y la sociedad recoge los buenos resultados de ello. Ahora, eso se niega: “No, la mayoría tiene razón”, bueno, pues la mayoría quiere que ahorquen al árbitro de fútbol porque ha perdido su equipo. Dr. Luis Suárez 2009.VIII

 

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José María Sánchez Galera comenta la moda de la letra k, tan alejada de la tradición latina. Unamuno ya decía que la manía de escribir el vascuence con abundancia de esa letra era una pura estulticia e ignorancia. La razón es que, durante siglos, el vascuence no fue lengua escrita. Cuando se empezó a escribir lo hizo con el alfabeto latino, en el que la k es una letra griega muy rara. Así pues, lo de inferir que los antiguos vascos escribían su idioma con la k en lugar de la q es una sandez.  14. VIII. MMXI

http://www.libertaddigital.com/opinion/amando-de-miguel/otras-formas-de-retorica-60612/

 

Y el PNV desobedeció las órdenes del fundador

 Sus biógrafos nacionalistas intentan desprestigiar su giro diciendo que fue un delirio de enfermo

J. A. F. – Madrid.-

Biógrafos de Arana a sueldo del PNV y algún converso aseguran que el giro españolista (para ellos «supuesto giro», «engañoso viraje táctico») de Sabino en su último año y medio de vida no fue más que una treta, un ingenio maquiavélico urdido por el inventor del bizkaitarrismo (nacionalismo) para lograr sus fines por otros medios. Los pocos «estudios» realizados aseguran intuir en en la frase «Tú ya me comprenderás», dirigida a su hermano mayor Luis, nacionalista ultraortodoxo y germanófilo, un guiño de complicidad que conduce a la teoría del ardid. Si esto hubiera sido así, no se podría explicar por qué Luis Arana, en una carta enviada a uno de sus correligionarios en el PNV, decía creer que su hermano «se había vuelto loco».

   Si aquel «ya me comprenderás» hubiese sido un guiño y Luis Arana hubiera entendido que el propósito de su hermano era el de sacrificar «de momento» el anhelo independentista a costa de desarrollar un fuerte regionalismo autonomista en «Euzkadi» que luego pudiera ser reconducido de vuelta al nacionalismo puro y duro, tampoco se explicaría por qué Luis Arana se enfrentó con tanta violencia al propio PNV (hasta el punto de ser expulsado) cuando sus dirigentes, los más próximos a Sabino, después de la muerte de éste declararon, en efecto, su renuncia a la vía independentista para centrarse en el fin último de una autonomía para el pueblo vasco.

   Por fin, si aquel «ya me comprenderás» hubiese sido el guiño de un ingenio oculto, sería imposible de explicar por qué cuando el PNV trata, siempre de puntillas, el giro españolista que Sabino Arana quiso dar al partido (con su disolución y la formación de una «Liga de vascos españolista»), se contradice en último término asegurando que aquello fue un episodio de «confusión» del fundador, y carga en la enfermedad terminal de Arana y en su paso por la cárcel toda la responsabilidad de ese giro.


   Estos dos últimos puntos se desmontan con facilidad. Sabino Arana siempre fue un hombre enfermizo. Aquejado, según sus propias palabras, de «tisis galopante» cuando tenía 16 años, desde los 18 tuvo constantes episodios de lo que él llamaba «catarros gástricos». Pero lo que me mejor retrata su quebradiza salud fue una carta que escribió año y medio antes de su muerte en la que se refería a lo que los médicos le habían diagnosticado como un doloroso cíbalo, nada más que un cúmulo de masa fecal en el recto y que debió de ser en realidad la manifestación de un cáncer gástrico que le conduciría a la muerte.

En esa carta, muy gráfica, se decía: «Saltó del colon al recto un scíbalo (como lo llama este médico). Cayó sobre el ano y aquí estuvo varios días, procurándome unas ganas de defecar horribles que, al no poder ser satisfechas, me causaban unos dolores espantosos por la creciente inflamación de las vejigas hemorroides, que en mí ya son antiguas. Toda purga que tomaba se expelía por entre la cíbala y las paredes del ano, de modo que esto y la presencia de aquella, por su peso sobre el ano, es lo que me la descubrió [ ] Yo le dije (al médico), hágamelo V. pedazos; si no, no hay medio. Entonces vino mi cuñado y este me lo pedazó en parte, sacando algunos trozos de aquella cantera. Se me reventaron varias almorranas. Fue una operación terrible por la dilatación que le dieron al ano.»

   Sin embargo, y a pesar de las penurias físicas y, por supuesto, psíquicas de su mal, el 22 de junio de 1902, en la fecha en la que está escrita la carta a su hermano Luis, Sabino no sabía que su enfermedad era mortal. Ni siquiera lo supo un año después, el 30 de junio de 1903, día en el quedó fechada una carta escrita desde el Balneario de Aguas de Cestona (Guipúzcoa), dirigida a su amigo el médico Carlos de Iruarrizaga en la que dice:

«Quiero que me vea V. este bulto, pues así podré saber si estoy perdiendo el tiempo en esta agua [ ] En una palabra: si mi enfermedad es curable, quiero aprovechar este verano; si no, quiero saberlo para tomar mis medidas».


   En lo que se refiere a su paso por la cárcel, Arana sólo estuvo preso en dos ocasiones.

La primera, durante poco más de cuatro meses en 1895 por unos artículos publicados en el semanario del que él fue director: «Bizkaitarra».

La segunda, desde el 30 de mayo hasta el 8 de noviembre de 1902, por haber intentado enviar un telegrama de felicitación al presidente Roosevelt por la independencia de Cuba. En total, nueve meses de prisión preventiva tan «suave» que llevó a exclamar en 1918 al diputado por Bilbao Indalecio Prieto: «Ya quisieran estar todos los presos como estuvo Arana».


   La historia inmediata posterior a la muerte de Arana es conocida. Los más próximos al fundador, a excepción de su hermano, aceptaron el giro españolista, y renunciaron a las siglas del PNV para llamarse «Comunión Nacionalista». Un error garrafal que aprovecharon los ultraortodoxos sabinianos para resucitar al PNV… 
Y de ahí, hasta hoy.2003-11-25 – LA RAZÓN. ESP.

 

El último, y más oculto, Sabino Arana

Cuando se cumple el centenario de la muerte de Sabino Arana, llama poderosamente la atención de cualquier estudioso del fenómeno nacionalista vasco que la obra, los pensamientos y los escritos de su fundador sean tan poco conocidos y que apenas se difundan recopilaciones cuidadosamente elaboradas por el «oficialismo» vasco. Es sabido, además, que las escasas ediciones de la obra «De su alma y de su pluma», rabiosamente racista y enloquecida, se hayan editado, incluso en fotocopias, y distribuido precisamente por los detractores del nacionalismo.

   Hubo, y así está documentado, un «padre» del PNV racista, xenófobo, iluminado y, por supuesto, profundamente anti español e independentista. Pero también existió, por más que los documentos que lo prueban sin duda alguna sean cuidadosamente relegados al olvido, otro Sabino Arana que, en sus postreros años, en la última madurez intelectual, pasó revista a su triste obra y abominó de ella. La versión oficial nacionalista rechaza este extremo y trata de desvirtuar, y ocultar por tanto, que Arana se declaró al final vasco españolista y optó, sinceramente y nunca como treta o estrategia, por renunciar a toda veleidad independentista (él hablaba de nacionalismo como sinónimo) como el mejor camino para el futuro del pueblo vasco.

El plan último de Sabino, que sus seguidores más próximos intentaron incluso llevar a cabo, pasaba por defender un País Vasco en el seno de España y de su Corona, con una fuerte autonomía que destacara los rasgos esenciales y mejores de los vascos. Está escrita, en cartas, en entrevistas y en artículos periodísticos de la época, una visión de Arana que recapitula ante su obra, y plantea ni más ni menos que el proyecto de Autonomía que los españoles aprobaron, hace ahora 25 años, en la Constitución. Por eso se oculta, porque lo que sus pretendidos discípulos quieren hacer ahora con la Carta Magna no habría gustado, en modo alguno, al último Sabino Arana.

  

Arana: un catolicismo racial, un idioma racial

 

 Adelanto de «Los nacionalismos catalán y vasco en la historia de España» Ediciones Encuentro

 

Arana nunca se molestó en demostrar de algún modo sus asertos sobre los inenarrables vicios de los maketos, ni sobre las no menos inenarrables virtudes de losbizkaínos. No era propiamente un teórico ni un “historiador filósofo”, como se llamaba a sí mismo, pero sí un inspirado agitador y propagandista, y como tal, le bastaba con la repetición martilleante de sus afirmaciones, dándolas por evidentes, y con los llamamientos a actuar en consecuencia. Los textos aquí citados son sólo una mínima parte de los que podían exponerse, y por lo demás, han sido reproducidos a menudo, tanto por sus adversarios como por sus partidarios. Sus conceptos no son muy católicos, pero en su escrito quizá más teórico, “Efectos de la invasión maketa”, dirigido al clero, se las arregla para combinar su racismo y prédica del odio con los intereses de la Iglesia (1).

 

A su juicio, “entre el cúmulo de terribles desgracias que afligen hoy a nuestra amada Patria, ninguna tan terrible y aflictiva (…) como el roce de sus hijos con los hijos de la nación española. Ni la extinción de su lengua, ni el olvido de su historia, ni la pérdida de sus propias y santas tradiciones e imposición de otras extrañas y liberales, ni la misma esclavitud política que hace más de once lustros padece, la equiparan en gravedad y trascendencia”. Pues ese roce “causa inmediata y necesariamente en nuestra raza ignorancia y extravío de la inteligencia, debilidad y corrupción de corazón, apartamiento total, en suma, del fin de toda humana sociedad”.

 

Tan enorme desdicha provenía de que, simplificando, los vascos son católicos en cierto modo por naturaleza, y su conducta e instituciones correspondían a una moralidad elevadísima, aún antes de su conversión a Cristo en siglos pasados. En cambio los maketos…: “El pueblo español, no obstante los largos siglos en que ha gozado de gobierno y legislación católicos, siempre se ha resistido a su benéfica influencia, siempre ha permanecido irreligioso e inmoral”. Pintar a España como católica le mueve a indignada irrisión: “¡Católica España! Y ¡afirmarlo ahora que cualquiera sabe leer y cualquiera lee periódicos y libros! (…) No es posible, en breve espacio, mencionar siquiera concisamente, los hechos pasados y presentes que prueban bien a las claras que España, como pueblo o nación, no ha sido antes jamás ni es hoy católica”. De ahí el enorme dislate de quienes, como los carlistas, “predican el catolicismo y el españolismo unidos, como si en la práctica fueran compatibles”. La perversidad hispana queda patente por doquier. Olvidando su aserto de que Bolívar —masón— había liberado a América del sur, explica: “Los estados americanos hoy más masonizados en sus ideas y más corrompidos por tanto en sus costumbres, han sido también ¡qué casualidad! posesiones españolas”.

 

En los españoles la moral y la religión, nunca aceptadas, han venido “de arriba abajo”, del poder al pueblo, mientras que entre los vizcaínos había sido el pueblo el que había enseñado e impuesto a los gobernantes las buenas costumbres. El liberalismo no causaba el vicio, incrustado en la naturaleza del maketo como la virtud en la del vasco, pero lo agravaba muchísimo en aquel final de siglo, cuando la antigua y benéfica presión católica desde el poder había cedido a la presión liberal. Y hacía estragos también entre los bizkaínos: “Quiso Castelar oprimir a nuestro clero y sustituir su influencia cristiana con la corruptora de maestros (…) para educar a nuestra juventud en el error y el vicio”.

 

Y aquella chusma había puesto su yugo a los vascos: “Bizkaya, dependiente de España, no puede dirigirse a Dios, no puede ser católica en la práctica”, y “la sociedad euskeriana, hermanada y confundida con el pueblo español, que malea las inteligencias y los corazones de sus hijos y mata sus almas, está apartada de su fin, está perdiendo a sus hijos, está pecando contra Dios”. La raza vasca, “oprimido su espíritu por el extraño, su cuerpo se extenúa, se extingue, perece”. Por lo tanto, el grito de independencia “ha resonado por Dios”, “es la voz de la razón y la justicia”. Y concluye: “¿Hay otra causa tan noble y santa como la nuestra?”

 

Sabino aspiraba a un estado casi teocrático, y, por convicción y por cálculo, entendía bien la gran ventaja de atraerse al clero, tan influyente en la sociedad vasca. Dentro del clero, Arana admiraba en especial a los jesuitas, entre quienes se había educado y a profesar en los cuales parece haberse inclinado en su juventud: “Un grande hombre engendró la raza vasca: Ignacio de Loyola. Su obra fue aún más grande”. La acogida eclesiástica inicial a sus doctrinas fue desfavorable, pero él estaba convencido de que sus promesas de una tierra exenta de liberalismo, socialismo o anarquismo le ganarían a muchos religiosos, vista la amarga sensación de fracaso dejada por la última guerra carlista. Y así iba a ocurrir, pese al fondo paganoide de sus ideas. Un sector muy nutrido del clero vasco iba a tener un papel clave en la propagación y justificación de la doctrina sabiniana. Para muchos curas, los vascos pasaron a ser una especie de pueblo elegido, católico casi por raza, oprimido por gentiles difícilmente redimibles.

 

Ello tenía otro efecto peculiar, pues normalmente en toda España era la influencia cristiana el principal valladar a la expansión de las doctrinas revolucionarias, pero la adopción de la doctrina nacionalista por muchos clérigos debilitaba la oposición a las influencias socialistas entre la masa de los trabajadores.

 

Al lado de la raza, aunque sin la importancia de ella, Arana destacaba la lengua como elemento distintivo de la nación vasca. El vascuence, en regresión, podía haber sido defendido de forma políticamente más neutra, pero el fundador del PNV convirtió enseguida esa defensa en un nuevo motivo de excitación separatista a los bizkaínosy de ataque a los maketos siempre dispuestos a las peores fechorías. Con lógica algo inconexa lanza avisos como éste: “Olvida esa tu lengua, sí. Pero si el maketo, penetrando en tu casa, te arrebata a tus hijos y tus hijas, para quitar a aquéllos su lozana vida y prostituir a éstas…ya entonces no llores”. Denuncia cómo el castellano se habla, sobre todo en Bilbao, “por ser la [lengua] que más se presta para la vida mercantil e industrial, única que absorbe la atención de la metalizada villa”, pues los representantes de la cultura bilbaína “no tienen espíritu, sólo estómago”. Pero aunque “el euzkera apenas sirve más que para hablar de las labores del campo, encierra en sí elementos abundantísimos que, bien desarrollados, le harían de hecho la lengua más rica del mundo”. Con su genio práctico, se aplicó a perfeccionar esos elementos en lo que su capacidad le permitía, fuera poco o mucho.

 

No obstante, como quedó dicho, el vascuence, “la lengua racial”, tiene valor secundario ante la raza, en cuanto rasgo nacional, porque, “la pureza de la raza es como la lengua, uno de los fundamentos del lema vizcaíno, y mientras que la lengua, siempre que haya una buena Gramática y un buen diccionario, puede restaurarse aunque nadie la hable, la raza, en cambio, no puede resucitarse una vez perdida”. De la lengua podría incluso prescindirse si, por desdicha, los foráneos llegaban a aprenderla. “Tanto están obligados los bizkaínos a hablar su lengua nacional, como a no enseñársela a los maketos o españoles (…) Si nuestros invasores aprendieran el euzkera, tendríamos que abandonar éste”. En tal exclusivismo llega a extremos cómicos: “Gran daño hacen a la Patria cien maketos que no saben euskera. Mayor es el que le hace un maketo que lo sepa”. “Para nosotros sería la ruina que los maketos residentes en nuestro territorio hablaran euzkera”. “Aquí padecemos muy mucho cuando vemos la firma de un Pérez al pie de unos versos euzkéricos, oímos hablar nuestra lengua a un cochero riojano, a un liencero pasiego o a un gitano, o cuando al leer la lista de marineros náufragos de Vizcaya tropezamos con un apellido maketo”.

 

En su misión fundadora o restauradora de las esencias vascas, tal como él las imaginaba —es decir, bastante vagamente, aunque con mucho fervor—, Arana hizo un descubrimiento harto pasmoso: “He aquí un pueblo que, con ser singularísimo entre todos, carece de nombre” en su propio idioma. Existía un nombre tradicional, Euscalerría, o “Euzkelerría”, pero, hizo notar el fundador, no servía, porque además de tener demasiadas variantes dialectales, de las cuales él menciona quince, el término definía textualmente sólo a los hablantes del vascuence, y podía aplicarse a los forasteros vascófonos. Así, “un barrio de gitanos euzkeldunes, tales como los hay en Nabarra y Guipúzcoa, es “Euskelerría”, y no lo serían las grandes porciones de población vasca erdelduna que hay en Bizkaya, Alaba y Nabarra”.

 

Esa carencia le llevó a inventar un nuevo término, conservando la raíz “euzko”, relacionada a su entender con “eguzki”, (“el del sol”), indicativa de procedencia oriental o bien de “veneración al sol como la obra más benéfica del Creador”. Así pues, por una u otra razón, la raza vasca de Arana sería un pueblo “sol” o “solar”, idea remitente, una vez más, a su exclusividad y preeminencia.

 

Para formar una palabra que añadiera a “euzko” la idea de pueblo y tierra, Arana le aportó el sufijo –di, expresivo a su juicio de conjunto y localización, y común a todos los dialectos vascuences. Quedaría “Euzko-di”, transformado por una regla fonética en “Euzkadi”. Sus adeptos saludaron la invención con júbilo, viendo en él un hallazgo genial, “mágico”, en expresión de Manuel Eguileor, diputado nacionalista en la II República española: “Ahí tienes ahora las palabras de Arana-Goiri tar Sabin, el Maestro: palabras luminosas, tras la ceguera secular de la raza; profundas, como si el silencio racial durante siglos, en este aspecto del propio conocimiento, hubiese sido fructífera meditación; taumatúrgicas, porque levantaron a Euzkadi de su inconsciencia mortífera; creadoras de una nueva vida nacional, al infundir en las entrañas de la raza más vieja de la tierra el anhelo novísimo de supervivencia y renovación; aquel anhelo que se condensa maravillosamente en una sola palabra, la que no acertó a sacar durante cuarenta siglos nuestra raza del fondo de su alma, palabra mágica creada también por el genio inmortal de nuestro Maestro: ¡Euzkadi!”.

 

Sin embargo la palabra no resultó del todo afortunada, porque el sufijo –di se aplica sólo a vegetales, de modo que Euzkadi ha sido tratada, en burla, como “bosque de plantas solares”, siguiendo la etimología de Arana, o como una reducción —involuntaria, y por ello cómica— de los vascos al nivel de vegetales. Unamuno, quizá el intelectual vasco más prominente del siglo XX y que ya destacaba cuando Arana inventó el término, lo trata con desprecio: “Ese nombre de Euzkadi, con k y todo, no quiere decir nada en vascuence, ni pasa de ser una invención, bastante caprichosa por cierto, de un improvisado lingüista”. Equivaldría a rebautizar España como “Españoleda”, por relación a términos como rosaleda, pereda etc. Unamuno desdeñaba también el uso de la “k”, que, como la palabra Euzkadi, carece de toda tradición y reflejaba a su juicio sólo un esnobismo infantil por distinguirse.

 

Y tampoco era hacer un gran elogio de las excelencias intelectuales de la raza atribuirle incapacidad, durante tantos siglos, para inventar un término que la identificase. Esa ineptitud no es la única que, paradójicamente, achaca Sabino a sus paisanos. Según él, “el pueblo vasco, ayer libre y feliz, hoy despojado de cuanto constituía su felicidad”, llevaba “un siglo entero de españolismo, de degradación, de miseria, de ruina; un siglo de aberraciones, de tinieblas; un siglo de esclavitud”. Esto resultaba chocante: ¿cómo podía una raza tan superior someterse a otra tan mísera? La razón sólo podía radicar en alguna debilidad de los propios vascos, como aclara el fundador: “La causa de nuestra vergonzosa esclavitud está en los hijos de nuestra raza misma”; y escribía en 1899: “El carácter de los euskeldunes en nada se asemejará dentro de poco al de nuestros antepasados cuya hombría de bien, cuya sencillez y entereza les constituían en modelo envidiado”. Por alguna razón difícil de explicar, los vascos “besan la mano que les azota”, y de ser “la raza más altiva del mundo”, el bizkaíno habría decaído hasta convertirse en “el hazmerreír del extranjero. Hoy eres su payaso favorito (…) ¿Has olvidado la tradición de tu independencia? ¿Has olvidado la tradición escrita con sangre de tus antepasados?”. Sin embargo tales aberraciones venían de muy atrás, al menos desde el siglo IX, según había advertido en el discurso de Larrazábal. “Aun en aquella fecha en que estas provincias vascas eran estados independientes, su lengua oficial era la española (…) Ni entonces los vascos amaban su independencia”.

 

En consecuencia, debía emprenderse una lucha especialmente dura contra los “traidores” y los “maketófilos”, contra quienes orienta con particular irritación el filo de su retórica, y a quienes llega a amenazar: “Esto no debe escribirse con tinta y pluma. Esto lo debiéramos escribir con hierro y sangre”. Pues, en definitiva, “la material inmigración del pueblo español en Euskeria ningún daño moral o muy poco considerable acarrearía, en efecto, si el español no fuera recibido acá como conciudadano y hermano, sino como extranjero”.

 

Por desgracia, el número de maketófilos parecía inagotable: “Ni parece que hay maketos y bizcaitarras, sino que todos somos hermanos”, o bien “el euskeriano y el maketo. ¿Forman dos bandos contrarios? ¡Cá! Amigos son, se aman como hermanos, sin que haya quien pueda explicar esta unión de dos caracteres tan opuestos, de dos razas tan antagónicas”. Él trataba de acabar con tan siniestra fraternidad y “desterrar de nuestra mente y nuestro pecho toda idea y todo afecto españolista”, extender el sentimiento de que “pesaría sobre nosotros como la mayor de las desdichas (…) el que España prosperara y se engrandeciera”. Tarea en verdad ardua, como lamentaba a menudo, pues “el bizkaíno (…) tiene por suyas las glorias patrias de los españoles, por decadencia patria la de España, ríe y se regocija con el español, y con él se entristece, piensa y obra como el español (…) Lo estamos viendo todos los días”.


(1) Obviamente, después de la derrota hitleriana, el PNV procura ocultar en lo posible el racismo de su maestro y fundador, alegando que “era un hombre de su tiempo”, una época en que “todo el mundo era racista”. Además incluye sus aisladas denuncias sobre los boers y el trato a los pueblos de color para  demostrar su buen espíritu. En realidad, no todo el mundo era racista, él lo era mucho más virulentamente que cualquier otro ideólogo en España, y sus muy ocasionales palabras de compasión se referían a pueblos muy lejanos y en realidad desconocidos de él.

2004-05-17 L. D. España

 

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manuscrito hispánico del sc. XIII

 

…[…]… se dice que, en un programa de televisión yo metí la pata al decir que, en el acrónimo en vasco del PNV entra la letra <J>, que es la inicial de Jaungoikoa (Dios o Señor de lo Alto). Vamos a cuentas. El nombre en vasco del PNV es Eusko Alderdi Jeltzalea (= Partido Vasco de los Jelkides). ¿Quiénes son los jelkides o jeltzales? Son los que se identifican con el eslogan «Jaungoikoa Eta Legizarra» (JEL), es decir, «Dios y Fueros», un lema carlista en su origen de donde se deriva ese extraño anacronismo de que en el nombre de un partido esté la alusión a Dios. Tampoco es casual que ese lema de JEL lo inventara Sabino Arana, el fundador del PNV, por lo mismo que diseñó la bandera del partido, una doble cruz inspirada en la bandera inglesa. La ikurriña luego pasó a ser la bandera oficial de la Comunidad Autónoma vasca. Lo de convertir la bandera de un partido en bandera oficial es algo que pocas veces ocurre. Lo intentó Hitler. Por tanto, lo verdaderamente fascista no es la bandera española sino la ikurriña.  Amando de Miguel 2009.V.07 L.D. Esp.

Conocereis de Verdad | Sabino Arana – 1º racista – «españolista con toda el alma» vasco vascuence.

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