Tiene razón Hermann Tertsch: sólo puedes ser libre en España cuando pierdes el miedo a que te llamen fascista. Mientras tanto, uno se extingue en este interminable juego de mentiras que centra nuestro debate público y que tan bien retrata mi querido amigo en Días de ira (La Esfera de los Libros).
Mi tercer fascismo fue estrictamente catalán y llegó cuando me enfrenté a los que consiguieron prohibir los toros
Yo perdí este miedo muy temprano, y así como sobre mis inicios sexuales tengo recuerdos bastante difuminados, la primera vez que me llamaron fascista para siempre he de recordarla. Fue a finales de siglo pasado, por escribir que si le negábamos a Israel el derecho de defenderse, le negábamos el derecho a existir. La frase se la había copiado aValentí Puig, porque la libertad es un testigo que recogemos de los que estuvieron antes para entregarlo a los que vendrán después. Mi segunda vez fue durante la emocionante agonía de Juan Pablo II, cuando pedí silencio ante la asombrosa entereza de un hombre que encarnaba el amor infinito de Cristo para todos. Mi tercer fascismo fue estrictamente catalán y llegó cuando me enfrenté a los que pretendían prohibir a Federico y a los que consiguieron prohibir los toros. Y el cuarto, más mesetario, cuando escribí un artículo titulado Hablar español es de pobres, en mi absurda convicción de que el humor no era sólo poder reírse del catalán. Además de un fascista, fui un traidor de mi país cuando al cabo de dos años empecé a escribir en EL MUNDO.
Y a partir de ahí dejé de contar fascismos, sobre todo el día en que El País difundió una conversación privada que tuve con unos amigos antes de empezar una tertulia en Telemadrid. Que el fascista acabara siendo yo y no los que me grabaron y difundieron aquel contenido estrictamente privado, me dio la justa medida de lo que hoy significa ser fascista en España.
Y así Hermann y yo llevamos los insultos de la izquierda como una banda de honor, tal como los judíos vistieron el parche amarillo con orgullo. Que la izquierda no nos considere parte de su engranaje guerracivilista es obviamente un orgullo. Días de ira, más que un libro, es un espejo para esta izquierda sectaria y totalitaria, cuyo principal asignatura pendiente sigue siendo la libertad.
Esta libertad sobre la que todas las demás ideas reposan y que cuando agoniza morimos con ella. Esta libertad que si es para defenderla, nunca nos ha importado que nos llamen fascistas, mi querido Hermann.
Días de ira | opinion | EL MUNDO.
Verdades Ofenden 
Tiene toda la razón.
Pero lo curioso del caso es que esta manera de manipulación social, fue creada y fomentada por los que la están usando constantemente: el PSOE.
Viva los principios de tolerancia, librepensamiento, humanidad, derechos humanos….
Que solo si concuerdan con lo que alguien dentro de esta institución ha establecido como «de izquierdas», entonces es humanista (ejemplo el aborto libre pagado por todos), pero si ese mismo misterioso y secreto personaje ha establecido que lago es de «derechas» (ejemplo el patriotismo), pues todos con el encefalograma plano a repetir a coro la ocurrencia de este totalitario.
Así nunca podremos salir adelante.
Y una nación dividida nunca podrá hacer frente a los problemas que este XXI nos trae.
Ps: ya se habrán percatado de que la clave está en la educación (el pensamiento crítico), por eso la educación española, tras la «reforma» pesoísta, a pesar de todo el dineral que está absorbiendo todos los años, es de las peores de Europa.
Para que tengamos el encefalograma plano.
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