RESEÑA. «Los presos del Valle de los Caídos» (2015), de Alberto Bárcena Pérez

1 de junio de 2017

La falsedad tiene alas y vuela, y la verdad la sigue arrastrándose, 

de modo que cuando las gentes se dan cuenta del engaño 

ya es demasiado tarde.

MIGUEL DE CERVANTES

He aquí un libro audaz, es decir políticamente incorrecto, acometido desde la genuina imparcialidad del historiador legítimo (ése que funda sus argumentos no tanto en suposiciones tendenciosas emanadas de la coyuntura imperante, como en el concienzudo análisis de las fuentes…). El gran logro del madrileño Alberto Bárcena (n. 1955) no ha sido otro que confirmar, subrayándola, la devaluada verdad, léase lo que todo lector más o menos informado ya sabía o, en su defecto, intuía: que el Valle de los Caídos, una de las obras humanas más inspiradas del siglo XX, no fue, ni por asomo, lo que algunos se han empeñado en imaginar/imponer: una especie de campo de concentración donde los penados eran, por así decir, sometidos a toda clase de torturas y humillaciones. Pura leyenda negra, fabricada por la izquierda antiespañola y aceptada de buen grado por el grueso de la derecha invertebrada.

Resumiendo, he aquí las dos tesis fundamentales del texto, harto documentadas:

1) En el Valle de los Caídos no hubo trabajadores forzados, ni la finca de Cuelgamuros donde se ubica  el conjunto fue campo de concentración.

2) En virtud de la Redención de Penas por el Trabajo (cap. 2, pp. 43-57), los presos del Valle solicitaron ir allí por las ventajas que representaba para ellos (cap. 4, pp. 103-126), entre ellas un salario igual al de los obreros libres, seguros sociales, instalación de sus familias junto a ellos (cuando lo solicitaron) en cuatro poblados que se construyeron dentro del Valle, etc.

Con este libro (fruto sintetizado de su tesis doctoral, intitulada La redención de penas en el Valle de los Caídos), Bárcena invalida buena parte de la producción literatura previa vertida con la intención de «atacar» al Valle; esos libros, trufados de datos falseados y ambigüedades, quedan así superados, reducidos a su triste condición de propaganda política.

La piedra clave de toda esta estructura (sumada a la habilidad del constructor), reposa en efecto en las fuentes, no ya ocultas, sino prácticamente ignotas hasta la llegada de Bárcena. En palabras del autor:

«…el hallazgo, en 2006, de un fondo documental cuya existencia solamente había podido intuir hasta entonces. Porque, semejantes obras tenían que haber dejado un rastro documental muy considerable […] alguien en el [Archivo] General de la Administración (AGA) de Alcalá de Henares, me sugirió dirigirme al Palacio Real de Madrid donde […] un total de sesenta y nueve cajas, custodiadas en la sección de Administraciones Generales […] constituían el fondo «Valle de los Caídos» del Archivo General de Palacio…» (p. 16)

Sobre estas 69 cajas, que le llevaron a Bárcena cinco aplicados años de trabajo fuera de sus horas de docencia, se funda el cuerpo de la investigación, quintaesenciada en el libro que aquí revisamos, relativamente breve: 270 páginas jugosas y llenas de pintorescas anécdotas (mención especial merece el capítulo noveno y último, dedicado a la siniestra figura del «Matacuras»).

Obra pues de lectura obligada para todos aquellos historiadores que no quieran sucumbir a los infundios de la historia oficial, mediatizada en nuestros días por aquella Ley de la Memoria Histórica destinada a quebrar la reconciliación lograda por los españoles tiempo ha.

Los presos del Valle de los Caídos

Alberto Bárcena

Ediciones San Román, Madrid, 2015 

Fuente

5 comentarios en “RESEÑA. «Los presos del Valle de los Caídos» (2015), de Alberto Bárcena Pérez

  1. Ha llegado la hora de darle al proyecto de Zapatero (que debía llamarse «de Sastre») que el «socio listo» (no socialista) Sánchez quiere activar con medidas descabelladas, la denominación que merece: «Memoria histéÉrica» (no «histÓrica»).
    Mi apoyo (como militante socialdemócrata) a la candidatura de Sánchez es nulo y dejaré de votar al PSOE siendo él su dirigente. La República española, con todos sus crímenes y su apego al estalinismo, no puede ser ensalzada. El dictador gallego (más bién que fascista) Franco contribuyó, por lo menos, a una pacificación que ha conducido a una España democrática. Negar ese hecho histórico es hipocresía. Yo preferí abandonar el régimen dictatorial franquista, aun cuando éste protegió a mi familia y me facilitó formación y actividad profesional, como hijo que soy de un «caído» (republicano sincero y honrado) enemigo de los «paseos», las «checas» y la quema de conventos de los estalinistas llamados «de izquierda». Fue asesinado por elementos proletarios que (fingiendo la realización de tareas profesionales en un coche
    de ua brigada) fue asesinado, sin que su cadáver fuera hallado. Qué dice «Zapatero» a eso?. Uno de los acusantes del asesinato lo comentaron a mi madre (la esposa ya viuda) diciendo: «No se preocupe usted, señora, no le habrán dado más que cuatro tiros».
    He sido socialdemócrata durante 50 años /en Alemania y Suecia) fuera de España, condecorado por i tarea fuera de España con la Orden del Mérito civil por el gobierno de Felipe González a Zapatero como sucesor de Felipe González, pero yo no voté por él. No me cayó bien (como si presintiera lo que su gobierno iba a suponer). Mi deseo es la total desaparición de Zapatero y Sánchez de la organización del PSOE. Un error sin precedentes de Felipe González fue el no aceptar la promoción de Borrell, que había obtenido mayoría de votos de los afiliados como dirigente del PSOE. Sánchez dice aceptar a Josep Borrell como mienbro de la diercción socialista. Mi deseo habría sido que Borrell (no Sánchez) fuera designado como líder del partido y del gobierno.

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  2. Gracias al señor Barcena por dedicar parte de su vida a demostrar la verdad que nos han venido ocultando tantos años. Yo nací en 1979 y sólo me enseñaron en el colegio que la dictadura supuso 40 años de involución, retraso, oscuridad, crímenes, abusos, terrores… Cuando he sido adulto y he comenzado a documentarse y a leer me he dado cuenta del bien que hizo Franco a los españoles y a España, en la increíble evolución económica, de natalidad, de seguridad y de valores que se experimentó gracias a dicha dictadura y que solucionó muchos de los problemas de esa idealizada segunda república que quería acabar realmente con España y convertirse en el Gulag particular del PSOE y el PC. Ahora comprendo y valoro mucho más aquello que he escuchado tantas veces a los mayores: «Ésto con Franco no pasaba», » Con Franco podías dormir con la puerta abierta»…

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  3. Sí, con Franco podías dormir con la puerta abierta… También podías morir por opinar de forma distinta al regimen, había persecución policial a homosexuales y «maleantes», fusilamientos de madrugada, torturas, los grises, etc. Vamos, lo que suele ser una dictadura. Por cierto, llamar historiador a Alberto Barcena, cuando no oculta su franquismo trasnochado, es un insulto a la inteligencia. Pero, claro está, la inteligencia no brilla demasiado aquí con comentarios como el anterior…

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    1. Sí, es cierto que a Bárcena se le ve su sesgo, pero la cantidad de datos objetivos e incontestables que aporta es abrumadora; para no verlo, hay que estar ciego por un sesgo aún mayor e imperdonable que el de este autor.
      ¿Son acaso, Calleja, o Sánchez-Albornoz, o los de la otra cuerda, más historiadores que Bárcena? No olvide que tratan la cuestión con vaguedad y ambigüedad.
      Yo me dejo convencer cuando me presentan datos objetivos (¿será por mi formación en Ciencias o por mi oficio de enseñante?) y no cuando me enseñan la patita por debajo de la puerta: debo decir que este libro me ha convencido y supera todo lo que hasta ahora se ha publicado.
      Si el autor se hubiera ceñido a los datos presentados, ahorrándose apasionamiento en el que se aprecia el lado por el que se inclina, el libro alcanzaría el rango de manual incontestable.
      Me remito a la frase de Diderot…

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