En España hay, al parecer, varios millones de fascistas. Sabemos que son fascistas porque nos lo han dicho sus adversarios políticos y algunos medios de comunicación.

Afortunadamente aún no han salido a provocar disturbios ni quemar contenedores como la CUP, no han declarado que otros sean “bestias degeneradas con una tara en el ADN” como JxCat, no les han pillado montando explosivos caseros, no han apaleado candidatos de otras formaciones como hicieron los de Bildu con Nerea Alzola ni les han abucheado o montado un escrache como tantas veces ha hecho Podemos.

Y es que el calificativo de facha se nos gastó (como el amor) de tanto usarlo. Lo usaron contra el PP, cuando eran los del dóberman, lo usaron contra UPyD en los escraches podemitas, lo usaron contra Ciudadanos en las calles de Barcelona y ahora lo usan contra VOX porque es lo que toca. Si no piensa como yo es usted un fascista, así que haga el favor de pensar usted lo que yo le diga o le aplico jarabe democrático. Ya no funciona: Han abusado del término y se les ha dado la vuelta.

Y ojo, que cualquiera puede ser un facha. Usted, querido lector, podría ser un fascista redomado y ni siquiera saberlo. Militan en partidos distintos, están en todas partes, es una verdadera conspiración. Cayetana Álvarez de Toledo, Inés Arrimadas, José Luis Corcuera, Fernando Savater, Rosa Díez, Santiago Abascal. Todos fachas. Hay un riesgo cierto de que se nos cuele uno de verdad entre la multitud y no nos demos cuenta debido a lo manido del término. Ya sabe: uno que llame bestias degeneradas a las señoras de la limpieza murcianas que friegan los suelos de Cataluña, por ejemplo.

El viernes casualmente pasé por Colón donde VOX celebraba su cierre de campaña. Me pareció una oportunidad para ir a observar fachas en su propio hábitat así que puse cara de facha y me metí en todo el meollo. Como un naturalista observando pájaros. Me sorprendió que eran todos especímenes muy jóvenes. Yo esperaba encontrarme gente con pinta de José Sazatornil y lo que ví son veinteañeros con pinta de estudiantes de FP. Ni siquiera eran esos veinteañeros con el jersey sobre los hombros de Nuevas Generaciones. Las caras eran mayoritariamente de estar haciendo algo muy transgresor y muy novedoso. Vivas a España, al Rey y hasta sonó el himno nacional. Totalmente antisistema vamos. En un país en el que se abuchea a los tres en una final de copa esto es algo que roza la clandestinidad. Los fachas son los nuevos hippies y la bandera de España la nueva minifalda. El ambiente me recordó a las verbenas de los pueblos en verano, con pasodobles y fuegos artificiales. Sólo faltaban las atracciones de cacharritos para los niños y el puesto de costillas a la brasa. He de decir que me sentí realmente a gusto. Mi patria son las verbenas porque las verbenas son igualitarias, en las verbenas estoy verdaderamente en casa. Y me fío más de alguien que organiza una verbena que de alguien que achucha a un caniche que aún huele a leche, qué quieren que les diga. Llámenme fascista.

Lo que nadie ha entendido de VOX es que es un partido que saca más votos de los polígonos industriales que de los clubes de golf. En los clubes de golf son demasiado conservadores como para dejar de votar al PP. O al PSOE. Y la amenaza de un voto inútil hace más mella en alguien con algo que perder que en el encargado de un bar de los de “al fondo hay sitio”. Las élites no son patriotas, las élites buscan librar al niño de la mili y pagar impuestos de menos. El españolismo es populachero, verbenero, choni si me apuran y en resumen, real. El postureo progre e intelectualoide viste mucho pero empieza a abrigar poco. La plebe está (estamos) hasta los mismísimos cojones de decir “este país” o “el Estado” para referirse a España, aunque luego seamos rojos como un tomate. Esto en el PP creo que sólo lo han entendido dos personas: una es Pablo Casado que aún es rehén del aparato del partido y la otra es Cayetana Álvarez de Toledo que ha salido a las calles de Barcelona como una especie de Manuela Malasaña contemporánea en plena invasión napoleónica. En el Psoe aún no se han dado cuenta, lo cual es verdaderamente el problema más grave que tiene España ahora mismo. Pero el primero de todos en lanzarse fue Su Majestad el Rey. El Rey ha hecho aquí de alcalde de Móstoles en este nuevo 2 de mayo a cámara lenta que vivimos. Qué cosas.

El españolismo es hoy por hoy la nueva revolución cultural. ¿Quieren los viejos partidos recuperar sus votos perdidos? Españoleen. Digan que somos una nación de ciudadanos libres e iguales. Que la señora murciana que friega los suelos de los pisos de Pedralbes tiene los mismo derechos que el dueño del piso de Pedralbes con 8 apellidos catalanes. No se avergüencen de la bandera, ni de la palabra España, ni de gritar viva el Rey, ni de la unidad de España, que no es lo territorial sino que consiste en tener un país sin charnegos ni maquetos. No se avergüencen de la Constitución, que no es el candado del Régimen sino el título de propiedad de esta herencia en proindiviso que tenemos todos los españoles. No nos miren mal y sobre todo no nos teman. Somos el populacho currante y verbenero, castizo y mestizo, solidario, igualitario, soberano, con preocupaciones reales y a veces gruñón pero no somos fascistas. De hecho somos la mejor compañía para hacer frente a los verdaderos fascistas y además somos más. Así que tranquilos. Al fondo hay sitio.