Abd el-Kadet Tayeb, Ben Chiqri Ahmed El Hach – Abduna, Melilla, 1864 / 1950 / Juan Pardo Despierto

Abd el-Kadet Tayeb, Ben Chiqri Ahmed El Hach – Abduna, Melilla, 1864 / 1950 / Jefe de la cabila de Beni-Sicar. Se mantuvo siempre fiel a España y fue condecorado en multitud de ocasiones. Una calle de Melilla sigue llevando su nombre en reconocimiento a su lealtad hacia España.

Afamado jefe de los Beni Sicar, cuya lealtad a España evitó la pérdida de Melilla en las sublevaciones de 1909 y 1921. Los Beni Sicar eran entonces —y son— la tribu dueña de la península de Tres Forcas, largo espolón embutido en el mar, cuyo flanco izquierdo mira a Poniente, mientras el derecho se levanta ante Poniente y, desde su posición, flanquea a Melilla, cercándola. De ahí su relevancia estratégica, que mantiene. Gibraltar alargado y amurallado por su condición semirrocosa, en una época donde el fusil gobernaba la política, podía hacer imposible la vida en Melilla y hasta la supervivencia misma de España en el Rif.

Toda la plaza estaba a su alcance efectivo: siendo de mil metros y hasta de mil trescientos metros cn ocasiones (siempre que no hubiese viento lateral o en contra), nadie hubiese podido moverse por las calles y plazas de Melilla con solo un centenar de tiradores apostados en las bancadas pétreas de Tres Forcas.

Semejante amenaza tomó forma una tarde-noche de julio y en la noche madrugada de otro mes de julio. La primera, el 27 de julio de 1909, tras saberse el sacrificio de la brigada de Cazadores de Madrid, que reventada quedó en las entradas al Barranco del Lobo; la segunda, al alba del 24 de julio de 1921, dos días después de haberse confirmado que el general Silvestre se había suicidado en Annual y los restos de su ejército habían llegado a Batel, lejos todavía de Monte Arruit, donde entrarían el 29 de julio y allí finalmente perecerían once días después.

Desembarco de los legionarios del Tercio de Extranjeros en el puerto de Melilla el 25/07/1921

El Comandante Franco arengando a sus legionarios a su llegada en socorro de la ciudad de Melilla el 25/07/1921

el Telegrama del Rif, 26/07/1921

el Telegrama del Rif, 26/07/1921

Aquellas amistades bien apretadas entre españoles y rifeños evitaron mayores desastres. En 1909, la fidelidad de Abd el-Kader al general Marina hizo de cerrojo y puerta acorazada de Melilla. En 1921, el juramento de suicidarse juntos, que el mismo Abd el-Kader pactase con dos capitanes españoles (Jiménez Ortoneda uno de ellos, posiblemente), constituyó la argamasa salvadora de los melillenses y de todo el Protectorado español.

Melilla. En el zoco del Had. El comisario Superior, general Burguete, Entregando al Caid Abd-El-Kader el Mosqueton que le ha regalado su majestad el rey Alfonso XIII

Esos cruces de compromisos y lealtades juradas salvaron a las gentes de Melilla; a una política colonial elemental que fue protectora tras hacerse adulta; a una monarquía herida de muerte, acorralada por los triunfos de los jefes naturales de aquellas dos insumisiones (la segunda fue mayor al ser también revolución), Sidi Mohammed Amezzián y Abd el-Krirn cl Jattabi .

Abd-El-Kader acompañado por Maimon-Mobatar y Maimon-Ben-Maimon

Conclusa en 1927 la guerra entre españoles y rifeños, entró España en guerra consigo misma, una constante en su trayectoria contemporánea. A luchar por esa España «con Dios», frente al país dc los ateos (la II República), se alistaron los supervivientes dc aquella guerra, incluso sus

Jovencísimos hijos. Los hubo con diecisiete años y menos. Pocos sobrevivieron. A cientos y luego a miles, murieron: los mayores de cuarenta y los menores de veinte. A miles, que al final fueron dieciocho mil, resultaron heridos, mutilados o enfermaron de por vida.

Para darles vida y fuerza cruzó el Estrecho, un día de abril de 1937, Abd el-Kader en persona. Fue un asombro verle y saber del desbordante entusiasmo que recibió de la llamada «España Nacional», Estuvo en el sur, fue al este, pasó al centro, subió al norte y luego al noreste, puntos cardinales de un país envuelto en guerra.

Finalmente, agotado pero rejuvenecido, volvió a su hogar tras dejar pruebas de grandeza. De esos viajes, en los que recorrió los hospitales dc sangre —dos docenas había— repartidos por la España de Franco, que no cesaba en sus batallas dc desgaste, con las que mataba a enemigos y partidarios por igual, crónica hay de su apoteósica entrada en Jerez de la Frontera, un martes 6 de abril. 

Sabían los jerezanos quién iba a verles, pero por si se hacían los remolones en ir a vitorearle, el comandante de la plaza, Enrique Fernández y Rodríguez de Arellano, ordenó lo que la prensa constató: «El comercio había cerrado sus puertas y se cumplieron unas horas de asueto en oficinas y talleres». En síntesis: todos a la calle, que hoy no se trabaja y hay que cumplir con la patria. Mandato obedecido al pie de la letra. Y con el pleno convencimiento de madres, hijas y esposas. Solo habían pasado dieciséis años desde aquel julio siniestro en el que pudieron perder padre, hijo, hermano o esposo. Por fin tenían a quién agradecérselo, que no era el glorioso» Movimiento Nacional, sino un anciano sonriente y todavía de buen ver, con ropajes de blanco inmaculado y turbante afín, en cuyo pecho brillaban tres cruces al Mérito Militar con distintivo Rojo y la Gran Cruz, con banda, de Isabel la Católica, concedida por el rey Alfonso XIII en 1924. El moro noble y valiente condecorado con la Orden de aquella reina castellana casada con un monarca aragonés, que advirtiera, poco antes de su muerte y cuatro siglos atrás, sobre cl peligro dc los antepasados de Abd el-Kader.

Al jefe dc los Beni Sicar no le faltaron aplausos y vítores, ni se le recortó un solo grado del reconocimiento institucional que merecía. Al contrario, se le ascendió con rango. Y no file ningún exceso. A raíz dc la re estructuración de las tribus agrupadas en la Confederación de Guelaya (cerca dc Melilla), le había sido otorgada, «a su intención», esto es, por sus méritos, el título dc naib (delegado) del gran visir (Ben Azzuz entonces). Aquel martes de abril, Jerez toda expectante, cuando Abd el-Kader, tras subir a un «milord» (lujosa berlina abierta), facilitado por «Doña Petra de la Riva, viuda de Domecq», se disponía a iniciar su recorrido flanqueado por «flechas y pelayos» (asociaciones juveniles militarizadas), el público estaba prevenido de que llegaba «el Visir (con mayúscula) de la Zona Oriental de Marruecos». Corno rey mago que era, bendito salvador de madres, hijas y esposas de España, Abd el-Kader recibió, primero, el respetuoso saludo del alcalde de Jerez (Benito Rico); quitó entonces el cochero el freno al vehículo, «arrastrado por cuatro soberbios caballos», y aquella berlina mágica, venida dc Oriente, atrapada fue en cl acto por la ciudadanía femenina entre lágrimas, rosarios y suspiros, Nunca jamás tiraron tantos besos a rcy alguno en Jerez de la Frontera.

Su adiós a España permaneció en las páginas de la prensa nacional. Su fiel consejero durante todo el viaje (que duró un mes), el comandante y periodista Antonio Olmedo, le despidió desde el ABC de Sevilla con un titular que proclamaba: «Señor de Romance», Tras unas bien ganadas alabanzas, la despedida: «Paso a los hijos del Desierto!». Insuperable.

esta web esta abierta al debate, no al insulto, estos seran borrados y sus autores baneados.

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s