
Hojeando el libro que Miguel Ángel Villena ha publicado sobre Victoria Kent encuentro algunos datos biográficos de Margarita Nelken, la feminista que se opuso a que las mujeres votaran. Sus padres eran judíos, él alemán y ella francesa, y regentaban una joyería de Lujo en la Puerta del Sol. Margarita, la “guapetona” (García Oliver así la llama) madre soltera, fue pareja del escultor Julio Antonio, (el que en Madridgrado aparece esculpiendo figuras contrarrevolucionarias en su estudio).Villena, sin citar ninguna fuente, dice que a Margarita Nelken la llamaban “el colchón de las redacciones”. La declaración de Ángel Pedrero, de ser cierta, constataría ese furor. Francisco Camba lo diluye de forma irónica en Madridgrado:

«La primavera atacó también a Margarita Nelken. Todos los años le ocurría. Antes, cuando< escribía en los periódicos burgueses, el ataque se manifestaba por una crónica acerca de los encantos de la florida estación. Ahora, al comentario había que darle altura social. Margarita habló por la radio de los campos de Andalucía y Extremadura, pero no de las flores que los cubrían ni de las mieses germinando dentro de ellos. Habló de cuando las hombres trabajaban allí bajo un sol de fuego y las hijas de los colonos, los únicos capullos primaverales para Margarita, eran perseguidas por el señorito, cachorro de señor feudal, con todos los derechos de otro tiempo sobre aquellas infelices, siervas aún de la gleba.
-Da gusto oír a esta mujer-dijo Gaby, escogiendo lentejas entre el puñado de tierra que le habían dado en la tienda-. ¡Qué pena si nos hubiéramos quedado sin flúido!
A media tarde, en efecto, había venido el de la luz con la pretensión de cobrar y la amenaza de cortar fulminantemente si no lo lograba. Gaby hizo tales preligios de dialéctica, afeándole la inhumanidad de semejante propósito, que el individuo acabó por conmoverse. ¡Tenía razón, qué caramba! ¡Tres pobres mujeres, dos de ellas jóvenes y bonitas, y sin nadie que se lo ganase! Gracias a eso podían disfrutar como cosa nueva la luz de aquella lámpara de pie, y, por el cacharro que llamaban radio, escuchar como algo jamás oído el discurso de Margarita».
En otro lugar de la crónica de Camba vuelve a aparecer la Nelken, esta vez como depositaria de la carta que Largo Caballero dejó para el general Miaja:
«- ¿Tú no te has enterado de una carta que Largo Caballero, al dejar Madrid en la madrugada del 7 de noviembre, le escribió al general Miaja? Pues esa carta no se ha perdido. De unas manos en otras, llegó a las de Margarita Nelken, que tampoco pierde nada nunca.

– Tú sabes, sin duda, que si de algo se trataba ya antes del levantamiento de los militares, era de hacer la revolución. Pero la revolución, desde el primer momento, tropezó con tal cantidad de dificultades en el extranjero, que fué necesario camuflarla de defensa de la República para darle un poco de vida. Y es curioso. Largo Caballero, llevado a formar Gobierno precisamente por revolucionario, empieza a meterse en todos los Consejos con el ministro ruso…
– Y como España, por lo visto, no iba a ser ya la doceava República federal soviética, los rusos pensaron en retirar a esta gente toda protección. Aún les facilitarían algún tanque, algún fusil, pero a cambio de oro contante y sonante. Alvarez del Vayo, alarmado, habló con Prieto. Prieto consiguió la carta de Margarita, y el otro se fué a Ginebra a leérsela a Litvinof. “Ya ve usted quién tiene la culpa.”
– ¡Me dejas pasmado!»
Camba, Francisco. Madridgrado: documental film. 2ª ed. Madrid: Ediciones Españolas, 1939.