Releyendo y buscando nuevos datos sobre lo que fue aquel “noviembre sanguinario” de Madrid, donde la vida llegó a valer menos que un cigarrillo, me he encontrado con una joya tétrica, dramática, trágica, reveladora de lo que fue aquel martirio. Aquel 28 de octubre de 1936 se celebraba una de las fastuosas fiestas que organizaban Rafael Alberti y su compañera María Teresa León (sí, aquellas en las que Miguel Hernández un día al ver el derroche de bebidas y mariscos, dijo aquello de que “aquí no hay más que putas, muchas putas” y fue víctima de dos hostias que le atizó la poetisa León) cuando el jovencísimo Santiago Carrillo (21 años) se acercó a él y le dio la noticia del fusilamiento de Pedro Muñoz Seca en Paracuellos del Jarama. Alberti entre las alegrías que le rodeaban cogió el micro y pronunció estas palabras:

“Señoras y Señores, compañeros, camaradas, mi joven amigo Santiago Carrillo, Nuestro Delegado de Orden Publico y Seguridad, me acaba de comunicar que hoy ha muerto uno de nuestros mayores enemigos, el católico, monárquico y fascista Pedro Muñoz Seca. ¡Son gajes de la Guerra!… el mes pasado ellos acabaron con nuestro admirado y grandísimo Federico, Federico García Lorca, y hoy le ha tocado el turno a uno de ellos. ¡Donde las dan las toman! Ahora dirán que somos unos asesinos ¿y ellos? ¿Qué son ellos? Con una diferencia, que ellos sabrán donde cayó y ha sido enterrado “su” escritor y nosotros no sabemos dónde reposan los restos del nuestro. Pero nosotros venceremos y más ahora que ya están con nosotros los Internacionales… porque la Razón y el Derecho están de nuestra parte… ¡Tampoco pierde mucho el teatro!… ¡Viva la República! ¡Viva Rusia! ¡Viva Stalin!”
¡Dios, poco más se puede decir del personaje, que siendo meritorio de un Premio Nobel de Poesía por su “Marinero en tierra” de la juventud, se había entregado de aquel modo al comunismo más radical y a ser el inventor de los tristes “paseos” que llevaban a la muerte en los paredones de la Casa de Campo!