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¿No parece que por fin se ha acabado todo el asunto de la «pandemia apocalíptica»? Quiero decir que ahora se ha acabado-acabado. No como todas esas otras veces en las que pensabas que se había acabado, pero no se había acabado, y era como el final de esas películas de Alien en las que parece que Ripley por fin ha escapado, pero el alienígena se esconde en la lanzadera o en la cápsula de escape o en el tracto intestinal de Ripley.
Pero esta vez parece que no es así. Esta vez parece como si de verdad se hubiera acabado-acabado. Salgan y echen un vistazo a su alrededor.
Ya casi nadie lleva mascarillas (escepto donde las mascarillas son obligatorias), ni se le obliga a someterse a las «vacunas» (escepto donde la «vacunación» es obligatoria), y las hordas de fanáticos de la Nueva Normalidad borrachos de odio que exigían que «los no vacunados» fueran segregados, censurados, despedidos de sus trabajos y demonizados y perseguidos de otra manera, están todos callados (escepto los que no lo están).
Todo ha vuelto a la normalidad, ¿verdad?
De eso nada. No todo ha vuelto a la normalidad. Todo es absolutamente la Nueva Normalidad. Lo que ha terminado es la fase de «Shock y terror», que no era para que durara siempre. Estuvo pensada sólo para llegar hasta aquí.
Probablemente se esté preguntado: ¿Dónde es «aquí»?
«Aquí» es un lugar donde la nueva ideología oficial se ha establecido firmemente como nuestra nueva «realidad» entretejida en la trama de la vida cotidiana normal. No. No en todas partes. Sólo en todas las que importan. (¿Cree de verdad que a las clases dominantes globo-capitalistas les importa lo que la gente de Lakeland, Florida, Elk River, Idaho, o algún pueblo de Sicilia crea sobre la «realidad»?)
Sí, la mayoría de las restricciones gubernamentales se han levantado, principalmente porque ya no son necesarias. Pero en los centros de poder de todo Occidente, en las esferas políticas, corporativas y culturales, en el mundo académico, en los medios de comunicación dominantes, etc., la Nueva Normalidad se ha convertido en la «realidad», o, en otras palabras, «tal como son las cosas», que es el objetivo final de toda ideología.
Por ejemplo, acabo de encontrarme con esta «información importante de COVID-19», que tienes que conocer (y cumplir estrictamente) si quieres asistir a una representación en este teatro Off-Broadway de Nueva York, donde «todo vuelve a ser normal».

[Traducción:
-> Mascarilla: A no ser para comer o beber, todos los espectadores deben llevar mascarilla en el interior del local.
-> Seguridad Covid: Este local ha tomado medidas Covid-19 adicionales para asegurar la salud y el bienestar del personal, los artistas y los espectadores.
-> Prueba de vacunación: Todos los espectadores deben tener puesta la pauta completa de vacunación antes de la fecha de la representación para poder asistir a la misma.]
Podría sacar innumerables ejemplos más, pero no quiero hacerle perder el tiempo. En este punto, lo importante no son las mascarillas y los mandatos de «vacunación» en sí mismos. Estos son simplemente los símbolos y rituales de la nueva ideología oficial, una ideología que ha dividido a las sociedades en dos categorías irreconciliables de personas:
- Aquellos que están dispuestos a conformar sus creencias a la narrativa oficial del día sin que importe lo descaradamente ridícula que sea, y que, además, dan un taconazo y cumplen las órdenes del establishment gobernante globo-capitalista sin que importe lo destructivas y fascistas que puedan ser.
- Los que no están dispuestos a hacerlo.
Vamos a llamarlos «Normales» y «Desviados». Creo que usted sabe de qué clase es usted mismo.
Esta división de la sociedad en dos clases de personas opuestas e irreconciliables, atraviesa y supera las antiguas líneas políticas. Hay normales y desviados tanto en la izquierda como en la derecha. Al establishment gobernante globo-capitalista no le importa si es vd. un «progresista» o un «conservador» o un «libertario» o un «anarquista» o como sea que se llame. Lo que les importa es si es un Normal o un Desviado.
Lo que les importa es si cumples las órdenes. Lo que les importa es si estás conformando tus percepciones, tu comportamiento y tu pensamiento a su nueva «realidad»… la «realidad» globo-capitalista hegemónica que ha estado evolucionando gradualmente durante los últimos 30 años y que ahora está entrando en su etapa totalitaria.
He estado escribiendo sobre la evolución del capitalismo global en mis ensayos desde el 2016 -y desde principios de los 90 en mis obras de teatro-, así que no voy a reiterar toda la historia aquí.
Los lectores que acaban de sintonizar con mi sátira y comentarios políticos durante los últimos dos años, pueden leer los ensayos en Trumpocalypse (2016-2017) y en La guerra contra el populismo (2018-2019).
Una versión abreviada es que, en el 2016, el globo-capitalismo (GloboCap) estaba rodando, desestabilizando, reestructurando y privatizando el planeta, del cual entró en posesión única e indiscutible cuando la Unión Soviética finalmente se derrumbó, y todo estaba de maravilla, y entonces llegaron el Brexit, Donald Trump y toda la rebelión «populista» y neonacionalista contra el globalismo en todo Occidente.
Así que el GloboCap tenía que lidiar con eso, que es lo que ha estado haciendo durante los últimos seis años… sí, los últimos seis -no sólo dos años y medio.
La guerra contra la disidencia no empezó con el Covid y no va a terminar con el Covid. El GloboCap (o «la Corporatocracia» si lo prefiere) lleva desde el 2016 deslegitimando, demonizando y haciendo desaparecer la disidencia e imponiendo cada vez más la uniformidad ideológica en la sociedad occidental.
La Nueva Normalidad no es más que la última etapa de la misma. Una vez que termine de sofocar esta rebelión «populista» y de imponer la uniformidad ideológica en la sociedad urbana en todo Occidente, volverá a desestabilizar, reestructurar y privatizar el resto del mundo, que es lo que estaba haciendo con la «Guerra contra el Terror» (y otros proyectos de promoción de la «democracia») desde el 2001 hasta el 2016.
El objetivo de esta campaña global de Gleichschaltung [uniformidad] es el objetivo de todo sistema totalitario, es decir, es hacer patológica cualquier desviación de su ideología oficial. La naturaleza de la desviación no importa. La ideología oficial no importa. (El GloboCap no tiene una ideología fija. Puede cambiar bruscamente su «realidad» oficial de un día para otro, como hemos visto recientemente).
Lo que importa es la voluntad o la falta de voluntad de uno para conformarse con cualquiera que sea la «realidad» oficial, independientemente de lo ridícula que sea y de las veces que haya sido refutada, y a veces incluso reconocida como ficción por las mismas autoridades que, sin embargo, siguen afirmando su «realidad».
Le daré un ejemplo más concreto.
Después de que me topé con las «restricciones de Covid» (es decir, el sistema de segregación social) que sigue aplicando ese teatro Off-Broadway, me topé con este artículo en Current Affairs sobre el oráculo Yuval Noah Harari, cuyo autor menciona de pasada que entre 6 y 12 millones de personas han «muerto de Covid», como si esto fuera un hecho, un hecho que nadie en su sano juicio pondría en duda.
Lo cual es, oficialmente, en nuestra nueva «realidad», a pesar del hecho (es decir, el hecho real) de que -como incluso las «autoridades sanitarias» han admitido- cualquier persona que muriera de cualquier cosa en un hospital después de dar positivo en la prueba se registraba como una «muerte por Covid-19».
Así es como se fabrica y vigila la «realidad» (es decir, la «realidad» oficial, la «realidad» consensuada). La fabrican y la vigilan no sólo los medios de comunicación, las empresas, los gobiernos y las entidades de gobierno no gubernamentales, sino también (y, en última istancia, con mayor eficacia) la repetición costante de las narrativas oficiales como hechos axiomáticos incuestionables.
En nuestra nueva y valiente «realidad» totalitaria y capitalista, cualquiera que cuestione o ponga en duda estos «hechos», se convierte inmediatamente en un «desviado» y es escomulgado de la sociedad «normal». De verdad: sólo por diversión, intente encontrar un trabajo en una empresa o en una universidad o un papel en una película o en una obra de Broadway o un contrato para un libro o una beca de investigación, etc., mientras es honesto con sus creencias sobre el Covid.
O bien, si es vd. un periodista «respetable» (ya me entiende: con agentes literarios y de comunicación y contratos de libros y managers personales, etc.), entonces, adelante: informe de los hechos (es decir, los hechos reales, que sabe que están ahí, pero que ha estado vd. evitando como la peste durante los últimos dos años), y mire cómo su carrera desaparece succionada violentamente por el desagüe como un zurullo en el inodoro de un avión.
Esto último iba dirigido a los «profesionales urbanos», que todavía tienen carreras, o aspiran a tenerlas, o que de alguna manera todavía se empeñan en seguir siendo miembros de la sociedad «normal», es decir, no a ustedes, los de Florida e Idaho, o mis compañeros «desviados» literarios y artísticos.
A estas alturas ya hemos quemado nuestros puentes. A no ser que esté preparado para hacerse la puñeta a sí mismo, y para confesarse, y para convertirse, no hay vuelta a la sociedad «normal» (a la que no podríamos volver de todas formas, por el hecho de que ya no existe).
Me doy cuenta de que mucha gente probablemente ha estado esperando eso… el día en que los normales finalmente «despierten» y enfrenten los hechos, y la verdad prevalezca, y volvamos a algo parecido a la normalidad. No va a suceder. No vamos a volver atrás.
Los Normales nunca van a «despertar». Porque no están dormidos. No están hipnotizados. No van a «entrar en razón» un día y asumir la responsabilidad del daño que han hecho.
Claro que se disculparán por sus «errores» y admitirán que posiblemente «se escedieron», pero la narrativa oficial de la pandemia de Covid y la nueva «realidad» que ha propiciado seguirán vigentes, y defenderán ambas cosas con su vida.
O, mejor dicho, defenderán ambas con nuestras vidas.
Si cree que estoy siendo hiperbólico, bueno, considere los epítetos que el GloboCap ha condiciando a los Normales a usar para demonizarnos… «teórico de la conspiración», «negacionista de la ciencia», «insurrecto», «extremista», «terrorista doméstico violento». Ninguno de los cuales se refiere para nada a una ideología política o cualquier posición política o crítica.
Se refieren sólo a una desviación de la norma. Cualquier tipo de desviación de la norma.
Son términos tácticos, desprovistos de significado, diseñados para borrar el carácter político de la diversa oposición al capitalismo global (o «globalismo», si es vd. quisquilloso con la palabra «capitalismo»), para meternos a todos en un gran cubo de «desviación».
No suele ser un buen augurio cuando las naciones -o los sistemas de poder global totalmente irresponsables- sacan de repente el «cubo de las desviaciones». Suele ser una señal de que las cosas se van a poner feas, feas de forma totalitaria, que es precisamente lo que ha estado ocurriendo durante los últimos seis años.
En julio del 2021, en el punto álgido del frenesí de odio de la Nueva Normalidad fascista, con los militares aplicando «restricciones Covid», un sistema de segregación global que se está implementando, y la gente amenazando con decapitarme por negarme a ser «vacunado», publiqué un artículo llamado El camino al totalitarismo.
Todavía estamos en ese camino. Tanto los normales como nosotros, los desviados. Hemos estado en ese camino durante bastante tiempo, más de lo que la mayoría de nosotros probablemente se da cuenta. Los cielos se han despejado ligeramente. El paisaje por la ventana ha cambiado. El destino no lo ha hecho. No he visto ninguna salida. Avíseme si vd. sí. ¿Lo hará?
Viernes, 18 de noviembre del 2022 Artículo en OffGuardian, por CJ Hopkins
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