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Una impresionante cinta de la era Watergate de Nixon, pasada por alto durante mucho tiempo, muestra a Richard Nixon advirtiendo al director de la CIA, Richard Helms, que sabe de la participación de la CIA en el asesinato de John F. Kennedy: «Sé quién le disparó a John».

Esta impactante nueva cinta muestra a Nixon cada vez más asediado por Watergate, pero sin saber que al menos cuatro de los ladrones de Watergate todavía estaban en la nómina de la CIA en el momento del robo, y que la CIA se había infiltrado en el equipo de robo. Documentos desclasificados recientemente revelan que el fiscal especial de Watergate, Nick Akerman, estaba al tanto del conocimiento previo de la CIA y de su participación en el allanamiento, pero no dijo ni hizo nada.

El senador Howard Baker, el líder republicano en el Comité Senatorial de Watergate y su abogado, el mismo Fred Thompson, un futuro senador de los Estados Unidos por Tennessee, como Baker, tropezaron con el profundo conocimiento avanzado de la CIA y su participación directa en el robo de Watergate. Baker y Thompson sabían que al menos cuatro de los ladrones de Watergate estaban en la nómina de la CIA en el momento del robo y que a través del director de seguridad de CREEP, James McCord, se habían infiltrado en el equipo de robo. El presidente del Comité Senatorial de Watergate, Sam Ervin, se negó rotundamente a permitir que Baker y los republicanos del Comité, incluido Edward J. Gurney de Florida, tuvieran el derecho de publicar un Informe de la minoría que mencionaba esta sorprendente información sobre la CIA.

Nixon desconfiaba profundamente de la CIA porque sabía que el presidente Eisenhower había ordenado a la agencia que brindara informes de alto secreto tanto a Nixon como a Kennedy después de que ambos fueran los candidatos seguros de sus partidos. Nixon estaba molesto porque Kennedy utilizó la información en sus debates, atacando a Nixon por ser «suave» con la Cuba comunista, sabiendo muy bien que Nixon había presidido un grupo de trabajo como vicepresidente que supervisaba los preparativos para la invasión de «Bahía de Cochinos». Nixon, por supuesto, no pudo revelar los detalles de este próximo intento de derrocar a Castro.

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El jefe de política interna de la Casa Blanca, John Ehrlichman, escribió que cuando se desempeñó como asesor legal de la Casa Blanca, Nixon le ordenó que solicitara a la CIA que entregara todos los documentos relacionados con el asesinato de John Kennedy. Nixon se enfureció cuando Richard Helms, el director de la CIA, rechazó su orden presidencial de entregarlos.

Esta impresionante nueva cinta de la era Watergate captura a un Nixon cada vez más asediado que busca desesperadamente movilizar a la CIA en su defensa amenazando con exponer sus mayores secretos. Nixon también sabía que el congresista Gerald Ford, como miembro de la Comisión Warren, había alterado, bajo la dirección explícita de J. Edgar Hoover, el director del FBI, el diagrama oficial de la autopsia del presidente John F. Kennedy; moviendo la marca de una bala en la parte superior de su espalda a su cuello para acomodar la teoría de una sola bala y ocultar el hecho de que Kennedy había recibido más de los tres disparos informados.

Nixon era muy consciente del acto de traición de Ford al ocultar la verdad sobre el asesinato de Kennedy y la participación de la CIA en él. El jefe de gabinete de la Casa Blanca, el general Alexander Haig, me dijo en una entrevista que «Nixon tenía a Ford agarrado de las pelotas». El general de cinco estrellas dijo: «Nixon me hizo decirle a Ford que si él (Nixon) iba a caer, se llevaría a todos con él».

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