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Existe un hermoso territorio que un tiempo fué independiente, después perteneció á la corona de Aragón, y en la actualidad forma parte de la monarquía española, que se ostenta en medio del Mediteráneo v al Sud-sudeste del proceloso golfo de Valencia; este territorio es una isla; esta isla es Ibiza; según el vulgo, una de las Baleares; aunque varios y autorizados autores afirman que el nombre de Baleares solo debe aplicarse á las de Mallorca y Menorca y que á Ibiza y á la inmediata de Formentera les es peculiar desde la más remota antigüedad el de islas Pithiusas, por la abundancia de los excelentes pinos que producen sus poblados montes.

A pesar de ser esta isla la más inmediata al continente, puesto que desde su costa, cuando la atmósfera está despejada y en un dia de hermoso v radiante sol se descubren con la vista natural las de Denia; no se tiene de ella noticias exactas, y lejos de esto se forjan en perjuicio de la misma las invectivas más gratuitas é inveraces: ni hay conocimiento de sus producciones, de su hermoso , de lo que vale, de lo que pudiera valer, de la índole candorosa de sus naturales, de sus costumbres morigeradas de la instrucción nada vulgar de una de sus usos, se parecen a los del resto del continente que muy poco , de nada en fin, de cuanto á esta isla concierne y atañe.
En las costas de Valencia y aun de Cataluña, se cree generalmente que ibiza se encuentra doscientos años atrasada de los demás pueblos de la monarquía, y en verdad que este juicio es inexacto en todos estremos.
Cuando en el año anterior (1848) tuve que embarcarme para aquella isla, pregunté en Valencia, desde donde partí, por las circunstancias de aquel pueblo; varios sujetos, y por cierto no vulgares, me contestaron unánimes lo siguiente: Vá usted a una roca escarpada de donde no encontrará más que chozas de carboneros y seis i ocho barquichuelos en la playa que hacen el tráfico de este combustible, cobachas de pescadores, y verá usted de vez en cuando trepar por las asperezas de aquellos matorrales algunas cabras monteses, que matan los indígenas a manera y como lo hacen con sus llamas los salvajes de América, carne es la única que para alimentarse allí se encuentra. No hay trato de gentes, aullan en vez de hablar, y no encontrará usted quien entienda una palabra en castellano. Así se expresaron. En los artículos que sobre esta isla me propongo escribir, probaré histórica e irrecusablemente lo inexacto de estas absurdas aseveraciones.
Inconcebible parece que á tan corta distancia, aunque esta distancia la separen los mares, se tenga una idea tan equivocada de aquel pueblo, de que lejos de hallarse en el atraso que le suponen, se encuentra en varios extremos mucho mas avanzado que algunos del continente, en virtudes sociales, en su honradez proverbial y caracterizada, en su filantropía extrema y casi fabulosa: de aquel pueblo que tiene un regular comercio y contratación con nuestro continente y con nuestras Antillas, que verifica en buques de 8,000 y mas quintales un pueblo que produce tan óptimos y sazonados frutos, sin embargo de ser susceptible de mas abundantes recolecciones, y tan saludables y sabrosas carnes: de aquel pueblo que cuenta con habitantes de una instrucción nada común en todos los ramos del saber, en todas las ciencias y artes: de aquel pueblo cuya estadística de causas criminales desde 1801 a 48 (que le tenido lugar de examinar) no arroja de sí mas que tres crímenes los cuales hayan producido la infamia y el deshonor á sus perpetradores: de aquel pueblo por último, que en ninguna época ha dado cebo, ni fomentado civiles ni intestinas disensiones.
¡A un territorio en quien concurren estas apreciables circunstancias se le moteja en los términos que expresados dejó á 25 leguas de distancia! No hay que atribuir, pues, a malicia este errado juicio: solo puede achacarse a ignorancia, y es el caso, que como tan generalizada se halla esta idea en las costas de Cataluña y Valencia, se ha generalizado también y difundido en casi todo el reino.
Yo, imparcial, yo que he permanecido nueve meses en aquel país de ventura, paz y tranquilidad, me propongo sacar de su error á los que suponen á Ibiza una roca escarpada, y á sus hijos y moradores una tribu de salvajes. Su posición topográfica, sus producciones, la amenidad y hermosura de sus campos, sus magníficas salinas, su población, sus usos, sus costumbres, muy particularmente las de los payeses o campesinos, en las que advertirá el lector novedad y le proporcionará soláz que le entretenga admirando unos hábitos tan extraños al resto del continente: todos estos motivos serán objetos de distintos artículos.
Muchas veces he tratado de averiguar el origen que pudieran tener las diatribas inventadas contra liza, y jamás he podido atinar con la verdadera causa.
Sin embargo , hasta hace pocos años aquel pueblo carecía enteramente de relaciones mercantiles con el continente, y aun con las otras islas: el sistema monstruoso y hasta bárbaro de prohibirles la extracción de ninguna de sus producciones, originaba, sus después de los muchos males consiguientes á tan atroz arbitrariedad, la de que estuviesen enteramente privados de toda clase de comunicación, esto sin duda produjo que en sol aquellos tiempos se formase de Ibiza el concepto que llevo entredicho y como el vulgo ni analiza las causas ni aun diferencia las épocas, ha seguido en la misma creencia que se les puede llamar tradicional, cuya creencia pudiera ya haber rectificado.
A otra causa también puede atribuirse este mal vicio. La opulenta isla de Mallorca y la menos importante de Ibiza, por una de aquellas aberraciones inconcebibles del corazón humano, debiendo por su vecindad, por su separacion del continente, y por otras mil causas ser dos pueblos amigos, unidos y mancomunados, son de muy antiguo antipáticos, en tal estremo, que Ibiza preferiría estar sujeta a cualquier capital de provincia del continente por no estarlo á Palma, y el vulgo de Mallorca no es el que menos acto fomenta y propicia las invectivas en contra de Ibiza;
Mallorca tuvo libre contratación, por su importancia mercantil. con todo el mundo conocido, y esto ha podido producir, en gran parte, el juicio equivocado que de liza se tiene.
Al concluir este artículo de introducción, ó llámese prologo, de los que acerca de esta isla pienso publicar, me ha parecido oportuno copiar algunas estrofas de una oda que escribí y se imprimió en la misma isla dedicándose á sus moradores.
Por sus versos podrá comprender el lector, aunque en concreto, la índole y virtudes de aquellos honrados habitantes. hasta que en los artículos siguientes exprese más en detalle este y los demás extremos de que me me haré cargo.
Alza tu voz al cielo, Fabio mío,
Alza, y bendice al ser Omnipotente,
Pues que quiso clemente,
Ostentando su inmenso poderío,
Conservar de los hombres la pureza
Con su innata largueza,
En región apartada y escondida
Que un tiempo fué del árabe temida.
Esta región, tu fé quizá se extraña,
Pertenece á la España,
A esa España oh dolor! tumultuosa:
¡A esa nación mi canto desfallece!
Que dió leves al mundo,
No hallando su poder nunca segundo, Y a sus castillos, barras y leones
Se postraron mil reyes y naciones.
A ese pueblo que ahora ¡desdichado!
En sueras a Gitadaias dividido,
Sus odios fementidos y rencores
Jamás pone en olvido:
A esa nación que aviva sus pasiones
Y con distintos lemas y pendones,
Se alarma, y paz no goza
Y sus mismas entrañas jay! destroza.
En medio, empero, de desdicha tanta, Y para prez de la española gente
Un pueblo se levanta
Qué separado está del continente,
A donde la virtud firme se ostenta
Y la infanda traición de allí se ahuyenta.
Este pueblo es Ibiza
Su hospitalario suelo
Al estranjero préstale consuelo:
Tranquilos moradores
Al desgraciado préstale favores.
Allí la paz halló seguro asiento:
Allí homicida y criminal espada
Jamás se vió embotada
Con la sangre de hermanos con hermanos:
Allí civil contienda no conocen:
Allí los ciudadanos
Al infortunio ávidos socorren,
Sin mirar opiniones,
Timbres, clases, nobleza ni blasones.
Vieras en su mansión ¡oh Fabio amado!
Practicar las virtudes por costumbre
Así la muchedumbre
Como el magnate más autorizado.
De la crápula envidia y la falsía;
Del dolo el juramento y latrocinio,
Del audaz lenocinio
No fueron presos aquellos moradores
Nunca, jamás sufrieron sus rigores.
Si un estranjero á la campiña sale
A observar cuánto vale
Aquel jardín ó eden tan delicioso,
Y el manto de la noche presuroso
Le sorprende, y se pierde en el camino, No tema su destino;
Del sencillo payés llame á la choza, Verá cual se alboroza
Y le presta su lecho y alimento
Y al darle auxilio muéstrase contento.
Al despuntar la aurora, el desayuno
Afable le presenta;
Y si después, al ausentarse, intenta
El estrangero, , á fuer de agradecido,
Darle el premio debido,
El rudo se sonroja, se violenta, Desprecia el interés y dice ufano:
Yo os di mi albergue solo como a hermano.