Franco y la amistad judia: Los judios en la España del siglo XX – La otra España: judíos; de la convivencia a la tragedia

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En 1996 puse en marcha una investigación para estudiar lo que denomino «franquismo ordinario*’», Echó mano para ello de una serie de conversaciones con personajes protagonistas de los temas estudiados. Y a la hora de investigar sobre el tema de la mujer falangista durante el franquismo elegí para mi diálogo a Mercedes Sanz Bachiller», Era una mujer excepcional, de extraordinaria vitalidad e inteligencia que se había casado con Onésimo Redondo y con Javier Martínez de Bedoya; que había implantado en España el Auxilio Social y que es la faceta que aquí me interesa destacar; había colaborado con Onésimo en la traducción de los Protocolos.

Le planteé el tema sin circunloquios. ¿Cómo explicaba su presumible antisemitismo? Me explica que había que situarse en el allí y entonces, en una Europa dominada por Hitler. Me recuerda que su marido Onésimo había disfrutado de una beca como asistente de las clases de español en la Escuela Superior de Comercio de la Universidad de Mannheim en el curso 1927-1928 de donde procedía su conocimiento y valoración de lo alemán. Sin duda, el ambiente alemán y la propaganda nazi que allí recibió debieron inclinarle hacia ese antisemitismo. Dio importancia a los «Protocolos” ante el miedo que existía a la revolución en la que siempre estaban implicados. Pero incidió en la importancia de la masonería que, según ella y sin dudarlo «confabulaba contra el régimen». Mercedes -y no dejó de sorprenderme- creía en que la conspiración a la que tantas veces se refirió Franco era cierta. Recalcándome -y recordó expresamente a Onésimo- que en Marx y Lenin había que tener en cuenta su espíritu judíol.

Más interés suscitaron en ella mis preguntas sobre los judíos, la ayuda ficticia o real de Franco y su régimen a los judíos que deseaban huir de manos de los alemanes, etc. La mejor respuesta a todo ello, me dijo, la había escrito su marido Javier en un libro que saldría en breves. Y me dio fotocopias de los capítulos que hablaban sobre los judíos. Leímos, y comentamos ampliamente después, los titulados «El Conde de Jordana plantea la ayuda a los judíos. (Octubre 1943-abril 1944)» y «Los judíos rezan por Franco..». Esta puede ser la esencia de aquella conversación:

Preocupado por la marcha del pueblo judío, el ministro de Exteriores Conde de Jordana quiere encargar a Bedoya un trabajo sobre los judíos. Las razones son obvias para Mercedes: Javier era un intelectual falangista riguroso que acababa de publicar en la Revista del Instituto de Estudios Políticos un ensayo sobre el sustrato liberal de la Falange titulado «El sentido de la libertad en la doctrina falangista™. Previamente el ministro le pregunta si es antisemita y le pide que rastree si en el programa de Falange y Pilar Primo de Rivera fueron las únicas mujeres en el Consejo Nacional de Falange. Onésimo publicaría en el semanario Libertad multitud de juicios sobre los judíos, el nazismo, etc.

Como ejemplo, recordaré el artículo del 27 de febrero de 1933 titulado «Las fórmulas y la elección de los peores» en el que habla de que la democracia política es un invento de la inteligencia judía, inspiradora de toda la trama progresista «para corromper en sus raíces populares la civilización y el cristianismo».

I El libro se publicaría en diciembre. MARTINEZ DE BEDOYA, J., Memorias desde mi aldea, Valladolid, Ámbito, 1996. Me lo envió como regalo Mercedes con una cariñosisima dedicatoria. El libro, que abarca hasta 1963, tiene gran interés, especialmente cuando habla de los años de postguerra.

El Semanario FE del 11 de enero de 1934 decía que «en España el problema judío no ha sido nunca un problema de Raza, sino un artículo de Fé (religiosa)» puede haber algo de antisemitismo y que busque tambión argumentos sobre su antirracismo militante. Bedoya contesta sin dudarlo que en la Falange no hay antisemitismo ni racismo, ante lo cual el ministro le encarga un estudio del no antisemitismo esencial de ese programa. 

Hecho el trabajo, y convencido el Caudillo del interés del proyecto que Jordana le propone, el ministro queda autorizado para llevarlo a cabo, dando por supuesto que sería factible si se aceptaba la hipótesis de una victoria aliada (esto tiene lugar en octubre de 1943). 

El plan presenta tres puntos: esgrimir como argumento permanente las exigencias de «el equilibrio de poder» frente a la Rusia soviética, dar à conocer y hacer valorar la decisión del régimen de caminar hacia un Estado de De recho y finalmente Jordana se fija como objetivo lograr la solidaridad internacional con los católicos y los judíos del mundo. Es en este objetivo sobre los judíos donde el ministro decide contar con Bedoya.

El plan consiste en que Bedoya debía trasladarse a Lisboa hasta el final de la guerra para establecer desde un puesto diplomático de Agregado a la Embajada, los contactos necesarios: en Nueva York con el Congreso Mundial Judío, en Londres con el Comité Sionista y en Palestina con la Agencia Judía. Según el ministro, se trataba de llegar a un acuerdo entre caballeros y darles la sensación de una ayuda por un cauce estable, independiente y especializado. Era, por otra parte, un plan secreto, hecho extraoficialmente, de manera verbal y al margen de los servicios de información madrileños.

Y, aunque como Agregado de prensa dependería de Arrese, Jordana le pide que ni a él ni al embajador de Lisboa, que es Nicolás Franco, se les contara nada concreto sobre los judíos. En el Ministerio únicamente estaría al corriente el Director de Consulados, Baraibar, que ya había trabajado en temas de los sefardíes y había acudido a reuniones del Comité Judío de Distribución de Refugiados.

En resumen, se trataba de poner en marcha un programa de amistad y acuerdo con los judíos a un nivel superior, más universal y más propio de España al margen de lo que políticamente apareciera como programa oficial. 

Bedoya dejó su bufete y salió hacia Lisboa acompañado de su mujer, que recuerda perfectamente aquellos momentos, y con Ernesto Bacharach, un judío alemán nacionalizado español, que dominaba varios idiomas. Se establecieron en un piso en la Avenida Augusto Aguiar, n°9 de Lisboa. Contactaron pronto con un judío procedente de Amberes, Giacobi, que fue el encargado de entrar en relación con judíos de Lisboa, Jerusalén, Haifa, Londres y Nueva York anunciando que de la Embajada de España se quería hablar de unas ayudas o acuerdos con los judíos. 

El 22 de febrero de 1944 tendría Bedoya los primeros contactos efectivos, las primeras reuniones con representantes cualificados de diferentes grupos de judíos, en el bar del Hotel Tivoli. Me cuenta Mercedes la emoción que vivieron tratando de imaginar qué pedirían aquellos judios para decidirse a colaborar con el régimen de Franco, tal y como se les iba a pedir. En ello se jugaba Bedoya el éxito del plan trazado por el ministro Jordana.

Y esto fue lo que ocurrió. El judío sionista religioso dijo que antes de firmar nada con Franco debía autorizarse una sinagoga en Barcelona, otra en Madrid y devolverles la vieja sinagoga de Toledo tan importante para los sefarditas. El judío nativo de Palestina, de la Agencia de Jerusalén, condicionaba su firma con Franco a que subvencionara la emigración de un primer grupo de judíos del Protectorado español de Marruecos, de Ceuta y Melilla hacia Haifa. Y el judío portavoz de los judíos no confesionales del resto del mundo resultó ser un condicional del caudillo; dijo que Franco podía contar con la ayuda del pueblo judío porque en aquellos momentos sólo existían dos Jefes de Estado de raza judía: Franco y Roosevelt. Como gesto previo a la firma esperaban que liberase a unos 400 judíos «haidris» de Atenas que estaban a punto de ser trasladados a las cámaras de gas de Polonia.

Me contaba Mercedes la sorpresa de su marido porque desconocía que los judios tuvieran a Franco por uno de los suyos. Pero le explicaron que, por una parte, el apellido Franco era de origen judío y que su segundo apellido, el Bahamonde, era totalmente judío; literalmente procede Bahamonde de Bar Amón = hijo de Amón, el hijo de Lot, como se dice en el Génesis 19,38. En cualquier caso, Bedoya se percató pronto de que aquellos representantes judíos eran realistas al hacer girar todo alrededor de Franco que era quien decidía todo en España. Mercedes terminó la conversación con un indubitable: «Franco era de origen judío»

¿Qué les pediría Franco a cambio de la colaboración? Bedoya tenía clara la respuesta: «la neutralidad benevolente de los judíos del mundo hacia la España Nacional» Franco ayudaría pero haciendo valer su ayuda e intentando apoyos internacionales que tanto ibas a necesitar.

El plan había funcionado e inmediatamente se puso todo ello en conocimiento del embajador Nicolás Franco que recibió a los tres representantes judíos el 8 de abril en el palacio de Palhavá, residencia de la embajada española. Y manos a la obra. Primero, salvar a los 400 judíos griegos, echando mano de sus antecedentes sefarditas. Un barco de la Cruz Roja Internacional hizo realidad la operación trasladándolos a Palestina. En segundo lugar, Bedoya se ocupó de tramitar la expedición de pasaportes españoles de sefarditas a todos los judíos que se presentasen en los Consulados españoles de la Europa ocupada por los alemanes. La dificultad estaba en aceptar como sefardita a cualquier judío dado el peligro que corrían de terminar en las cámaras de gas. La solución fue poner una contraseña en todos los documentos que se expidieran bajo la hipoteca moral de la fuerza mayor, de la urgente necesidad, contraseña que se anularía tras la contienda. En tercer lugar se trataba de salvar a niños judíos que estaban en torno a familias judías de la zona francesa no ocupada, la del gobierno de Vichy. Eran muchos y se les debía evacuar rápidamente; para ello se decidió contar con los contrabandistas profesionales de uno y otro lado de la frontera, debidamente remunerados para pasarlos de Perpiñán a Barcelona y de allí a Lisboa para embarcarse hacia su punto de destino. Se calcula que salieron 17.000 niños judíos sin contar con los adultos, especialmente viejos, que se añadían.

Hay que recordar qué se denominan sefarditas del término hebreo Sefarad-España- los judíos descendientes de los exiliados de España. Los judíos de Alemania y de toda Europa se denominan askenazies, del significante hebreo «alemán». Además de la lengua judeo-española la transmisión sefardita se ha nutrido de un fuerte vínculo con España. Es importante el recuerdo de la cohabitación de las tres culturas, especialmente en Córdoba y Toledo. Y ha sido importante la permanencia de la tradición oral: de cuentos, romances, proverbios sin olvidar las tradiciones culinarias, etc.

No faltaron problemas, en 1943, con las reclamaciones del judio David Blic kenstaft, que tenía instalada su oficina de la Organización Americana de Socorro a los Refugiados en Madrid. Estaba amparado, según Bedoya, por el Departamento de Estado y por judios americanos muy politizados, únicamente preocupado de que los judios que lograban escapar de los nazis se quedaran en España, bien en contra de los nazis que los consideraban enemigos beligerantes. Era fundamental mantener en secreto la operación de Lisboa para que no fracasara.

Como reconocimiento del pueblo judio Mercodes recuerda al hilo de la lectura del libro de Bedoya que el Consejo Mundial Judio en su reunión en Atlantic City aprobaria una resolución de gracias al Gobierno de Franco y el Comité Sionista había organizado para el Dia de la Victoria se rece en todas las sinagogas del mundo por la España de Franco. Todo ello aparece en el Informe 197 titulado «España y sus relaciones con el Congreso Mundial Judio que Bedoya envió a los Ministerios de Exteriores y de Educación Nacional.

ITINERARIO DE LOS JUDÍOS EN LA ESPAÑA DEL SIGLO XX

Sin olvidar el contexto necesario de la historia de España del período, comenzaré con un acercamiento bibliográfico al tema pues es la base del texto que sigue. Muchos son los libros escritos sobre los judíos en la España contemporánea que nos permiten abordar el tema con el rigor que aportan todas estas investigaciones. Entre las publicaciones existentes merecen atención especial, en primer lugar las ya clásicas de Julio Caro Baroja, y también las aportaciones de Haim Avni®, Antonio Marquina Barrio»

18 Para ese contexto puede verse la numerosa bibliografía de Luis SUAREZ FERNANDEZ

especialmente su Franco, editado por Ariel en 2005, y también PALACIOS BAÑUELOS, L. HISTORIA DE ESPAÑA, Club Internacional del Libro, Madrid, 2008. De los 30 volúmenes de la colección véanse:

La Segunda República. Prólogo de Stanley G. Payne, V. XVIII, 245 p. La guerra civil (). V. XIX, 288 p.La guerra civil (II), V. XX, 288 p. El Franquismo y la España de la posguerra. Prólogo de Stanley

G. Payne, V. XXI, 288 p. España en los años cincuenta, V. XXII, 256 p. y Los felices sesenta y el ocaso del Régimen, V. XXIII, 224 р.

» CARO BAROJA, Julio: Los judios en la España Moderna y Contemporánea I, Madrid, Istmo,

1995.3 Vol.

» AVNI, Haim: Los judios y Franco en 1949: un desencuentro mistificado en RUIZ GOMEZ, Francisco y ESPADAS BURGOS, Manuel (coords.) Encuentros en Sefarad: actas del Congreso

Internacional «Los Judios en la Historia de España», Instituto de Estudios Manchegos, 1987. AVNI, Haim, HERRERO, Francisco y MARCO, Maria Teresa: España, Franco y los Judíos, Madrid Altalena, 1982.

1 MARQUINA BARRIO, Antonio y INES OSPINA, Gloria: España y los judios en el siglo XX: la acción exterior, Madrid, Espasa Calpe, 1987. MARQUINA BARRIO, Antonio: La España de Franco y los judios en IZQUIERDO BENITO, Ricardo, MACIAS, Uriel y MORENO KOCH, Yolanda: Los judios en la España contemporánea: historia y visiones, I898-1998, Universidad de Castilla La Mancha,

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